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Hechos, no palabras

"Pese a los fracasos que han experimentado las iniciativas dirigidas a lograr la paz, en especial con las Farc y el ELN, aún existe la intención, y por qué no, la esperanza de alcanzar un acuerdo civilizado para terminar la violencia".

18 de agosto de 2011 Por:

"Pese a los fracasos que han experimentado las iniciativas dirigidas a lograr la paz, en especial con las Farc y el ELN, aún existe la intención, y por qué no, la esperanza de alcanzar un acuerdo civilizado para terminar la violencia".

Durante décadas, los colombianos hemos esperado la oportunidad para alcanzar la paz mediante la negociación política que evita absurdos derramamientos de sangre en los que se pierden preciosas vidas de compatriotas. Y pese a los fracasos que han experimentado las iniciativas dirigidas a lograr ese objetivo, en especial con las Farc y el ELN, aún existe la intención, y por qué no, la esperanza de alcanzar un acuerdo civilizado para terminar la violencia. Esa voluntad ha sido expresada siempre por nuestros Presidentes de la República. Ellos han creado sucesivas comisiones de personajes notables provenientes de todas las corrientes políticas, con el ánimo de encontrar puntos de acuerdo para cesar la destrucción que causa la aparente rebeldía política que dio origen a los movimientos subversivos en los años 60. Rebeldía que en los años 90 derivó en organizaciones para explotar el narcotráfico y toda suerte de delitos, aprovechando la compleja geografía nacional y la incapacidad del Estado para controlar todo el territorio nacional. Frente a esas expresiones de paz, los gobiernos han encontrado el muro intransigente de la guerrilla que se obsesiona en el terror indiscriminado como única fórmula. Que usa el diálogo y las palabras sólo como herramienta para prolongar o fortalecer sus aparatos militares. Palabras y palabras con las cuales tratan de justificar sus fechorías o sus incumplimientos, logrando desanimar a la Nación y obligándola a tomar medidas cada vez más drásticas para neutralizar la capacidad de destrucción y el imperio criminal que los grupos armados ilegales han montado en sus más de 50 años de existencia. Ahora parece repetirse la historia, cuando el jefe de las Farc se dirige a un encuentro por la paz en Barrancabermeja para reiterar su intención de sentarse a negociar. Acto seguido no tiene empacho en descalificar al presidente Juan Manuel Santos, acusándolo de incumplir sus promesas. ¿Cuáles? Ninguna. A alias Alfonso Cano le basta con soltar el infundio para relevarse de la obligación de responder a Colombia y a quienes desde diversos frentes políticos e ideológicos emplazan a la guerrilla a que cambie su actitud. Nada hay de hechos que permitan pensar en una negociación. Sólo hay comunicados llenos de la retórica de siempre. A juzgar por esa conducta reiterada, la guerrilla sigue pensando en la violencia como método político y en la destrucción y la intimidación como argumento para conseguir un poder cada vez más distante ante el rechazo creciente de nuestra Nación y el accionar firme y seguro de nuestra Fuerza Pública. Para cerrar cualquier duda acerca de la posición sobre el diálogo, el presidente Santos ratificó lo que dijo en su discurso de posesión: el país necesita hechos de paz para abrir la puerta del diálogo. Hechos como la terminación del secuestro y la liberación de las víctimas; como el fin de la violencia terrorista y los vínculos con el narcotráfico. Esa es la posición de Colombia. Hechos y no palabras es lo que reclaman los colombianos a las Farc y al ELN a través de su Presidente. Nada más pero nada menos.

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