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Hacia el abismo

Por supuesto, la única respuesta que les queda a la oposición y a la inmensa mayoría de los venezolanos, aquellos que sufren cada vez más escasez, es la protesta social. Esa misma que ahora es prohibida por el Tribunal Supremo de Justicia, la herramienta ideal del régimen para tratar de revestir de legitimidad lo que es ya una descarada dictadura absolutista.

17 de noviembre de 2016 Por:

Por supuesto, la única respuesta que les queda a la oposición y a la inmensa mayoría de los venezolanos, aquellos que sufren cada vez más escasez, es la protesta social. Esa misma que ahora es prohibida por el Tribunal Supremo de Justicia, la herramienta ideal del régimen para tratar de revestir de legitimidad lo que es ya una descarada dictadura absolutista.

Con la imposibilidad de ejercer el control político en la Asamblea Nacional, clausurado el derecho a elegir y ser elegido y arrinconada por el acoso del Gobierno, Venezuela sigue el camino a una sinsalida que no permite resolver la crisis institucional, económica y social que padece esa nación.Ya lo dijo el director del Departamento de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal de Venezuela, Pedro Pablo Aguilar: “si la mesa de diálogo entre el Gobierno y la oposición no avanza, es posible que haya una guerra civil en el país”. Se refería así al fracaso que muestran hasta ahora las conversaciones promovidas por el Vaticano en carácter de mediador, y en las cuales sólo hay en concreto la división de la Mesa de Unidad Democrática, MUD, que agrupa a la oposición.Pero el prelado no se refirió a lo que sucedía en ese diálogo. Lo que volvió a denunciar es el hambre, la violencia, la carencia de drogas y la represión que padece el pueblo venezolano. Y al precisar que la entidad que él representa no defiende a la oposición, volvió a insistir en el deterioro que padece su país y la distancia que crece entre el Estado representado por Nicolás Maduro y la sociedad venezolana.A eso hay que agregar las últimas decisiones tomadas por la Justicia chavista: prohibir la protesta, impedir el control político que ejerce la Asamblea Nacional, aceptar que se pospongan las elecciones. Es decir, evitar que se apliquen las normas de la Constitución que escribió Hugo Chávez para hacer que el Legislativo ejerza vigilancia sobre los actos del gobierno y permitirle a los venezolanos que cambien su gobierno mediante un referendo cuando consideren que no cumple sus obligaciones.Como lo afirma el vocero de la Iglesia Venezolana, en su país se están agotando las opciones para encontrar una salida pacífica. Y para mayor infortunio, todo indica que el diálogo convocado por el papa Francisco sólo ha servido para arrancarles concesiones a algunos de los voceros de la MUD, y para dividir a la oposición política. De parte del Gobierno, lo que existen son amenazas y clausuras a la solución democrática, además de agresiones, más escasez e incertidumbre y menos seguridad.Por supuesto, la única respuesta que les queda a la oposición y a la inmensa mayoría de los venezolanos, aquellos que sufren cada vez más escasez, es la protesta social. Esa misma que ahora es prohibida por el Tribunal Supremo de Justicia, la herramienta ideal del régimen para tratar de revestir de legitimidad lo que es ya una descarada dictadura absolutista.Así está la situación del vecino, mientras la comunidad internacional no tiene elementos para impedir un desenlace sangriento. Allá viven muchos colombianos y las relaciones bilaterales se resienten a diario, al punto en que el paso fronterizo está lleno de obstáculos. Todos los venezolanos están en un peligro jamás imaginado. Por eso, y ante la imposibilidad de intervenir y la dificultad para exigirle cambios al régimen chavista, queda esperar que la mediación del Papa logre evitar que se cumpla el vaticinio de monseñor Pedro Pablo Aguilar.

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