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Grecia, ¿más de lo mismo?

"Con el espaldarazo que recibió, la izquierda radical que representa el reelegido primer ministro continuará aplicando el ajuste más draconiano en la historia de Grecia, en el cual seguirán teniendo prioridad las privatizaciones, las reformas a las pensiones y el alza en los impuestos. Es decir, la receta del más evidente acento capitalista".

23 de septiembre de 2015 Por:

"Con el espaldarazo que recibió, la izquierda radical que representa el reelegido primer ministro continuará aplicando el ajuste más draconiano en la historia de Grecia, en el cual seguirán teniendo prioridad las privatizaciones, las reformas a las pensiones y el alza en los impuestos. Es decir, la receta del más evidente acento capitalista".

Cuando se realizaron las elecciones de Grecia en enero del 2015, la opinión de ese país y del resto de Europa entendió que la posibilidad del triunfo de Alexis Tsipras ponía en peligro casi que la supervivencia de la nación Helena. Ocho meses después, el resultado es idéntico, aunque ahora respiran con alivio por la reelección del representante del partido radical Syriza.Difícil entender que quien ocho meses antes pusiera a temblar la permanencia de Grecia en la Unión Europea, hoy sea prenda de garantía para su permanencia en la alianza. Y que el dirigente de izquierda que entonces basó su triunfo en la rebeldía contra los duros acuerdos de pago y las exigencias para lograr un nuevo salvamento, hoy acepte los términos que los acreedores impusieron para un nuevo desembolso de 87.000 millones de euros.La explicación aún está por conocerse. Es más: para los observadores no deja de ser extraño que se ratifique a Efklidis Tsakalotos como ministro de finanzas, luego de declarar “no sé si he hecho lo correcto, no lo sé”, después de haber firmado el acuerdo que impuso más condiciones a Grecia, como condición para ampliar su deuda, superando el 200% del Producto Interno Bruto. Es decir, tanto los votantes escogieron a quien no cumplió su promesa de enero, como los acreedores quedaron contentos con la reelección de quienes no creen en lo que firmaron.Parte de la explicación puede encontrarse por el lado político, en la jugada maestra de Tsipras para deshacerse del ala más radical de su partido. Comandados por el carismático exministro Yanos Varoufakis, los miembros del llamado grupo 53 eran una piedra en el zapato, la última que le quedaba a Tsipras para seguir adelante. Ahora ya no podrán obstaculizar al hábil gobernante.Con el espaldarazo que recibió, la izquierda radical que representa el reelegido primer ministro continuará aplicando el ajuste más draconiano en la historia de Grecia, en el cual seguirán teniendo prioridad las privatizaciones, las reformas a las pensiones y el alza en los impuestos. Es decir, la receta del más evidente acento capitalista. Queda claro así que lo otro, declarar la moratoria y salir de la UE significaría la ruina sin salida.El pasado lunes, Tsipras amaneció como símbolo de la prudencia y del conservadurismo en materia económica. Ahora tendrá a sus espaldas la misión de reducir la increíble deuda que todos los economistas sensatos reconocen como imposible de pagar. Y de guiar a Grecia en el terrible drama que está viviendo al ser receptora de los desvalidos del África y de los refugiados que vienen de Siria e Iraq.Ese drama, que afecta a toda Europa, es la nueva realidad que deberá manejar Tsipras, porque, junto con Turquía, Italia y en menor escala España, su país está sufriendo la consecuencia de un fenómeno que a no dudarlo cambiará la política y la estabilidad del mundo. Y debe tomar decisiones para impedir que el drama humanitario aumente la tragedia que viven los griegos. Por eso no puede decirse que Grecia está viviendo más de lo mismo.

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