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Extremismo en la Casa Blanca

Ocho meses han transcurrido desde que Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos y aún no puede consolidar un equipo de Gobierno. Por el contrario, continúa inmerso en polémicas, ceses y dimisiones y cuestionamientos que producen confusión.

21 de agosto de 2017 Por: Editorial .

Ocho meses han transcurrido desde que Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos y aún no puede consolidar un equipo de Gobierno. Por el contrario, continúa inmerso en polémicas, ceses y dimisiones y cuestionamientos que producen confusión.

El turno le llegó a Steve Bannon, el asesor más controvertido de Trump y el que representa ese explosivo coctel de nacionalismo blanco, populismo, antisistema y proteccionismo que parece ser el entramado que respalda al Presidente estadounidense. Su retiro se produce días después de que el Mandatario recibiera una avalancha de críticas desde el ala demócrata y de prominentes hombres del Partido Republicano por equipar a los grupos de extrema derecha y antirracistas que protestaron en Charlottesville.

Luego de que un neonazi atropellara a quienes rechazaban a los supremacistas blancos y matara a una persona, la tibieza demostrada por Trump fue fustigada por no criticar y censurar el segregacionismo y la intolerancia. Incluso, llevó a la renuncia de varios empresarios que asesoraban al Presidente, obligándolo a cancelar los comités que creó para el efecto.

De allí que la salida de Bannon sea interpretada como un mensaje para intentar calmar la tempestad política que hoy vive el personaje más poderoso del mundo. El polémico asesor ya no tenía espacio en la Casa Blanca, asediado por el general Kelly, Ivanka Trump y su esposo, los más moderados en el entorno del Presidente. Es evidente que el nuevo jefe de gabinete, debe darle una ruta al Gobierno y minimizar los daños producidos por los caóticos timonazos de Trump.

Sin embargo, ha sido el establecimiento republicano el gran freno del Presidente y el que no le ha permitido lograr ningún triunfo en el Congreso. Muchos esperan que la salida de quien representa el populismo del entorno presidencial sea la oportunidad de encarrilar al Gobierno y enfocarlo en los temas importantes.

Pero también hay que decir que no son pocos los que advierten que el daño colateral no tiene reversa, que la salida de Bannon es tardía y que ya hay una sucesión de hechos que son inatajables. Lo ocurrido en Charlottesville demostró que los supremacistas blancos encontraron en el gobierno de Trump un leitmotiv para hacer su reaparición. Hoy se habla de más de 900 grupos neonazis que reclaman haber puesto al Presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca.

Lo paradójico es que con Bannon por fuera sus ideas tendrán una exposición mayor a través de la publicación Breibart News, la cual presidió hasta entrar en la campaña y que, además, es una tribuna de los grupos supremacistas blancos y del odio contra las minorías. Sus recientes declaraciones no son para nada tranquilizadoras: “tengo mis manos de vuelta en mis armas”.

La expectativa es si el ala moderada de la Casa Blanca será capaz de contener al presidente Trump. O si, como muchos temen, solo se trata de un cambio de decorado, ya que Trump y Bannon han probado que la agenda nacionalista y el populismo son los que generan el respaldo que necesitan para mantener vigencia. Y que lo demás no importa.

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