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Esperanza de vida

Se requiere un cambio cultural en la sociedad colombiana. Que la gente entienda y vea la donación de órganos como un acto humanitario, que se motive la participación y se desvirtúen las creencias que se han tejido en torno a lo que significa la donación de órganos, una vez se produce la muerte.

11 de agosto de 2016 Por:

Se requiere un cambio cultural en la sociedad colombiana. Que la gente entienda y vea la donación de órganos como un acto humanitario, que se motive la participación y se desvirtúen las creencias que se han tejido en torno a lo que significa la donación de órganos, una vez se produce la muerte.

La ley de donación de órganos, sancionada por el Presidente de la República, es la esperanza para miles de colombianos cuya vida depende de un trasplante. Pero es necesario que la reglamentación se revista de total claridad para evitar efectos adversos a los que el país espera.La ley es un vuelco total a la forma en la que viene funcionando la donación de órganos en Colombia. Ahora ya no dependerá de la voluntad expresa que en vida haya hecho una persona ni de la autorización de un familiar. Ahora todos los colombianos tienen la presunción de ser donantes mientras no manifiesten de manera clara lo contrario.Estamos sin duda frente a una medida audaz y necesaria para solucionar el problema grave que tiene Colombia por la gran demanda de órganos frente al bajo número de donantes. Las cifras son elocuentes: con 7,2 donantes por cada millón de habitantes, el nuestro es el país con las cifras más bajas en el continente, donde la media es 23 donantes por cada millón de personas. En Europa, la media es 34 por cada millón de personas.Es claro que el mundo entendió hace muchos años que los donantes cadavéricos son la solución a los problemas de salud de millones de personas a quienes las fallas en sus órganos vitales les significa una especie de sentencia de muerte. Por eso es necesario cambiar la forma de enfrentar el problema.Por supuesto, la ley es parte de la solución. Pero ante todo se requiere un cambio cultural en la sociedad colombiana. Que la gente entienda y vea la donación de órganos como un acto humanitario, que se motive la participación y se desvirtúen las creencias que se han tejido en torno a lo que significa la donación de órganos, una vez se produce la muerte.En ese orden de ideas, la sola implementación de la ley no va a generar ese cambio. Por ello, lo primero es explicarle al país con transparencia las bondades de un trasplante de órganos y despejar las inquietudes sobre la donación. Pero los resultados no serán fructíferos si esa misma conciencia no se genera en los actores del sistema de salud en Colombia, donde es necesaria una tutela para la autorización de cualquier medicamento y, por sus costos, los trasplantes tienen resistencias.No es de poca monta tampoco la responsabilidad en la reglamentación de la ley y la obligación de evitar los huecos por donde se cuelan los mercaderes a quienes sólo les interesa el negocio. No es secreto que en el mundo existe un tráfico de órganos que aprovechan las necesidades de los enfermos. Y sin unas normas claras y una actitud vigilante se puede generar consecuencias inesperadas, además de llevar al país al centro de un nuevo comercio ilegal.En síntesis, es hora de un cambio de paradigma porque los prejuicios que existen en torno a la donación de órganos, tejidos y componentes anatómicos, nacen del desconocimiento sobre sus bondades y la necesidad de ser solidarios. Por eso es indispensable realizar un proceso pedagógico serio para despejar las dudas y promover la colaboración que inspira a la Ley sancionada. Es el momento de ofrecer a miles de colombianos una nueva oportunidad de vida.

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