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Escepticismo y esperanza

"Nunca como hoy ha sido tan evidente que la posibilidad de acuerdo dependerá de la actitud de las Farc. Porque más que negociar las políticas sociales y las transformaciones que sin duda debe aplicar Colombia para acabar la desigualdad que afecta a su sociedad, lo que se debe acordar es el fin de la violencia".

14 de octubre de 2012 Por:

"Nunca como hoy ha sido tan evidente que la posibilidad de acuerdo dependerá de la actitud de las Farc. Porque más que negociar las políticas sociales y las transformaciones que sin duda debe aplicar Colombia para acabar la desigualdad que afecta a su sociedad, lo que se debe acordar es el fin de la violencia".

Al reunirse mañana en Oslo, Noruega, las delegaciones del Gobierno Nacional y de las Farc darán inicio formal a las conversaciones sobre un posible acuerdo que lleve a la terminación del conflicto. Aunque las expectativas de éxito no son muchas, la esperanza está latente entre los colombianos que desean terminar con casi medio siglo de violencia fratricida. El proceso completa ya más de un año de conversaciones informales. En ese tiempo, el presidente Juan Manuel Santos ha actuado con cautela y prudencia en los acercamientos con la guerrilla, requisitos necesarios para convencer al país sobre la necesidad de buscar caminos distintos a la confrontación armada. Está claro que si bien los colombianos desean la paz y apoyan siempre la búsqueda de un final pronto e incruento del llamado conflicto, son escépticos frente a las verdaderas intenciones de las Farc en una mesa de negociación.Es que la experiencia ha sido desastrosa en cada uno de los intentos que los gobiernos de los últimos 20 años han realizado para tratar de lograr una paz negociada. Siempre que la Nación ha expresado su voluntad de reconciliación, la respuesta que ha recibido es más violencia, más amenaza y mayor incertidumbre. Peor aún, las intenciones de diálogo han sido ejercicios retóricos utilizados por la guerrilla para fortalecer su capacidad de destrucción, mientras el país se sumerge en interminables discusiones que confunden y llevan a ninguna parte.Por eso el escepticismo. Hoy, las circunstancias son muy distintas porque la política de seguridad democrática aplicada durante los últimos doce años fortaleció la capacidad del Estado para combatir la violencia estéril y absurda con la cual las Farc han pretendido someter a la Nación. Y aunque aún parece lejana la posibilidad de derrotar totalmente a la guerrilla alimentada por el narcotráfico y protegida en las fronteras de la persecución efectiva y sin pausa de nuestra valiente Fuerza Pública, lo cierto es que cada vez es más cercana. Y cada día que pasa se hace más notoria la incapacidad de las Farc para conseguir sus objetivos, mermada como está por el acoso de las autoridades. Que también se ha reflejado en el rechazo de la comunidad internacional, gran parte de la cual las ha declarado organización terrorista. Por eso, sus cabecillas usan iniciativas como la que se inicia mañana para tratar de conseguir el reconocimiento político que alguna vez tuvieron y desperdiciaron en actos vandálicos y vejaciones sin nombre que han aplicado contra el pueblo colombiano. Así, las conversaciones arrancan en un ambiente enmarcado entre el escepticismo y la esperanza. Nunca como hoy ha sido tan evidente que la posibilidad de acuerdo dependerá de la actitud de las Farc. Porque más que negociar las políticas sociales y las transformaciones que sin duda debe aplicar Colombia para acabar la desigualdad que afecta a su sociedad, lo que se debe acordar es el fin de la violencia. Esa será la única manera de demostrar que la voluntad de paz de la guerrilla es más que un recurso retórico. Y de convencer a la Nación que ahora sí existe una posición sincera de parte de quienes sólo destrucción y desesperanza le han entregado a Colombia.

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