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Entre la paz y la guerra

La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas de este año empezó muy distinto a las anteriores. La posibilidad de usar la fuerza para imponer criterios unilaterales volvió a surgir en el escenario creado con el fin de propiciar las soluciones pacíficas y negociadas.

20 de septiembre de 2017 Por: Editorial .

La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas de este año empezó muy distinto a las anteriores. La posibilidad de usar la fuerza para imponer criterios unilaterales volvió a surgir en el escenario creado con el fin de propiciar las soluciones pacíficas y negociadas.

Después de escuchar las primeras intervenciones de los jefes de Estado que se hicieron presentes en la sede de Nueva York, ya no pueden quedar dudas acerca del camino que vuelve a atravesar la comunidad internacional, luego de años de tratar de encontrar soluciones a las diferencias mediante el diálogo y la diplomacia. En especial, el discurso del Presidente de los Estados Unidos advirtió sobre la posibilidad de usar las descalificaciones y la fuerza para imponer su particular forma de entender el mensaje “América Primero”.

Los términos con los cuales Donald Trump se refirió a Corea del Norte, a Irán y a Venezuela no podrían ser más agresivos ni más amenazantes, superando incluso el calificativo de “ejes del mal” que aplicó el expresidente George Bush a sus enemigos de entonces. Aunque sus partidarios no cesan de alabar su lenguaje, sosteniendo que fue directo y franco, lo cierto es que con él sólo aportó preocupaciones. Ni una palabra para referirse al cambio climático que hace pocos días abatió en forma de huracán a Texas y la Florida, ni algo que dé a entender su interés en lograr la recuperación de la economía mundial, clave para mantener la paz y conseguir aliados en la necesaria confrontación a las tiranías que violan los derechos humanos de millones de personas.

Y ni una palabra al papel que dentro de las amenazas que representan los países citados por el Mandatario estadounidense, han cumplido China y Rusia, las superpotencias que de una u otra manera son sus soportes políticos y económicos. Por el contrario, el mensaje de Trump fue dirigido a los países aliados de los Estados Unidos, a los cuales les dijo entre líneas que seguirían siendo protegidos por su país y su Gobierno si acatan su interpretación de la realidad mundial.

En contraste, el presidente de Francia llamó la atención sobre la necesidad de mantener la colaboración multilateral y de defender el Acuerdo de París para enfrentar los peligros del calentamiento global. En sentido similar se pronunció el recién posesionado Secretario de la ONU, quien aprovechó para defender la Organización y al multilateralismo y denunciar la persecución que padece el pueblo Rohingyá en la República de Myanmar, exigiendo el cese de los abusos cometidos por su gobierno, una verdadera rareza en la historia del organismo internacional.

Así, la ONU se convirtió en escenario de advertencias de guerra provenientes de los Estados Unidos, donde el presidente Trump dio a entender que el principio de soberanía y no intervención puede ser desconocido cuando, según su criterio, los gobiernos sean una amenaza para lo que él considera la libertad. Fue una notificación de lo que le espera al mundo si no son escuchados los dictados de quien hoy dirige la mayor potencia económica y militar en la historia de la humanidad.

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