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En plata blanca

"Aunque estemos en medio de un cambio de gran calado en la política contra la siembra de cultivos ilícitos, Colombia no puede olvidar lo que ellos han significado, una estela de destrucción que ofrece recursos ilimitados a los grupos ilegales, llámense guerrilla, narcotraficantes, paramilitares o bandas criminales".

13 de noviembre de 2015 Por:

"Aunque estemos en medio de un cambio de gran calado en la política contra la siembra de cultivos ilícitos, Colombia no puede olvidar lo que ellos han significado, una estela de destrucción que ofrece recursos ilimitados a los grupos ilegales, llámense guerrilla, narcotraficantes, paramilitares o bandas criminales".

De nuevo, las acusaciones contra Colombia como mayor productor de drogas ilícitas en el mundo aparecen para indicarnos que algo está pasando en un asunto que está vinculado en forma directa con la violencia que hemos vivido en las últimas tres décadas. Y que no podemos quedarnos en la retórica que trata de desmentir lo que parece ser una realidad contra la cual hay que tomar medidas antes de que vuelva a ser tarde.Según informe del diario Washington Post del pasado 11 de noviembre, la cifra de hectáreas cultivadas en coca en 2014 fue de 69.100 hectáreas, lo que vuelve a colocar a nuestro país en el primer lugar de la producción mundial del precursor de la cocaína. Es decir, y según el mismo informe, el incremento llega ya al 44% con respecto al 2013. Los mapas conocidos muestran las zonas de influencia de esos cultivos, en los cuales la región del Pacífico pasa a ser la más afectada.Pero no es sólo allí: está también la zona suroriental, desde el Putumayo hasta el Vaupés, donde es incuestionable la presencia de las Farc y su influencia en las siembras. Y si bien el presidente Juan Manuel Santos anunció el cambio de la estrategia para combatir esos cultivos a través de la sustitución de cultivos que será impulsada en los acuerdos de paz con la guerrilla, tal propuesta no deja de crear inquietud sobre lo que está sucediendo mientras se firma el acuerdo final, se consulta a los colombianos y se pone en ejecución.En plata blanca, lo que está sucediendo demanda la toma de medidas directas e inmediatas para evitar lo que puede desembocar en una nueva escalada de ilegalidad y violencia. Aunque estemos en medio de un cambio de gran calado en la política contra la siembra de cultivos ilícitos, Colombia no puede olvidar lo que ellos han significado, una estela de destrucción que ofrece recursos ilimitados a los grupos ilegales, llámense guerrilla, narcotraficantes, paramilitares o bandas criminales.Hace unos meses, el debate lo originó una recomendación de la Organización Mundial de la Salud que informaba sobre la posibilidad de que el glifosato, que se usa en casi todos los herbicidas, fuera cancerígeno. Se produjo entonces la suspensión inmediata de las fumigaciones aéreas, tan temidas por los cultivadores de coca, y se anunció la adopción de medidas que reemplazan el producto.Tal medida no ha aparecido. A cambio, nuestro país vuelve a ser el gran protagonista de las noticias internacionales, debido al enorme crecimiento de los cultivos ilícitos que impulsan las Farc, a través de los cuales están aumentando su área de influencia. ¿Acaso se ha tenido en cuenta esa amenaza en la mesa de negociación de La Habana?El informe debe producir la reacción que requiere la realidad. No es un asunto de escoger entre la guerra y la paz, o de promover la guerra como solución. Pero tampoco de caer en ingenuidades que, como en épocas pasadas, le costaron mucho a la Nación. Se trata de evitar que la coca se tome las regiones más apartadas del país. Y con ella, la ilegalidad que se ocasiona cuando el Estado no tiene el control sobre el territorio nacional.

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