El pais
SUSCRÍBETE

Emigración y política

5 de julio de 2010 Por:

El pasado jueves, en la universidad Americana de Washington, Barack Obama pronunció su esperado discurso sobre el tema de la reforma migratoria en los Estados Unidos.En él se mostró como partidario decidido de impulsar una ley que cambie el sistema de inmigración en su país, y dijo que hablaba en nombre de los cerca de once millones de inmigrantes ilegales que se encuentran en su país sufriendo por no contar con salarios justos ni seguridad social, y sometidos a persecuciones de la autoridades judiciales. Aprovechó, de paso, para criticar a la polémica ley de Arizona, que permite detener a “sospechosos” por el color de la piel, sumándose a las voces airadas de los hispanos.Obama usó grandes palabras y términos generales de indiscutible aceptación, pero en realidad no avanzó en nada concreto. Se limitó a respaldar el principio básico del proyecto de ley presentado por los demócratas en la Cámara, por el cual los indocumentado podrían arreglar su situación si “admiten haber violado las leyes, pagan impuestos atrasado y aprenden a hablar inglés”. Pero no hubo una palabra de aliento para los miles de indocumentados que siguen cruzando las fronteras, y que hacen del problema migratorio un asunto de la vida cotidiana en el gran país norteamericano.Llamó la atención de los analistas el siguiente aparte de su discurso: “…la mayoría de los demócratas en el Congreso están listos, creo que la mayoría de los estadounidenses están listos, pero no podrá pasar (la reforma migratoria) sin los votos de los republicanos…”, con lo que un sesgo partidista empañó los propósitos de su propuesta.Pues a pocos meses de las elecciones legislativas de noviembre y con una sensible pérdida de popularidad entre los electores de origen hispano, muchos han visto en el discurso de Obama un intento por atraer hacia su partido esta votación y, al mismo tiempo, debilitar la bancada republicana, sin comprometerse aún en nada. El hecho de que la controvertida Ley de Arizona tenga origen en una gobernadora republicana, tan sólo acrecentó las sospechas.La verdad es que Obama ha diferido la reforma migratoria pese a que fue un compromiso de campaña, hasta el punto de que no dejó a los Estados más afectados por la afluencia de ilegales, camino distinto que tomar la ley en sus propias manos. La Gobernadora de Arizona ha dicho que “en Washington no sufren lo que nosotros sufrimos”, “si allá no hacen nada, nosotros lo haremos”. Hasta ahora, lo único concreto hecho por Obama es la aplicación de las medidas punitivas decretadas por las administración de George W. Bush, mientras el proyecto de reforma se ha quedado en los discursos. El hecho de que se aproveche el asunto para atacar a los republicanos, que no son gobierno, hace pensar que en el fondo de las grandes palabras del pasado jueves se oculta una maniobra partidista, una especie de medida desesperada para mantener el apoyo de los hispanos.Un estilo que ya parece ser parte de la nueva administración: diferir las soluciones hasta cuando se pueda sacar alguna ventaja al proponerlas. Mal estilo.

AHORA EN Editorial