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El sueño del fútbol

Hace seis décadas, la cita mundialista en el mismo Brasil cerraba el paréntesis de doce años al que obligó la Segunda Guerra Mundial y las emociones contenidas pudieron de nuevo brotar en las tribunas y en los alrededores de los escenarios, y poco más allá, gracias a la magia de la radio y de los teletipos. Ahora no hay límites. La tecnología permite que el Mundial llegue a todos los rincones. Aunque también sus reparos: la sombra del inconformismo social promete ser un eco que se multiplica, no se sabe si con la misma intensidad de los goles. El paso de los días dirá quién manda.

12 de junio de 2014 Por:

Hace seis décadas, la cita mundialista en el mismo Brasil cerraba el paréntesis de doce años al que obligó la Segunda Guerra Mundial y las emociones contenidas pudieron de nuevo brotar en las tribunas y en los alrededores de los escenarios, y poco más allá, gracias a la magia de la radio y de los teletipos. Ahora no hay límites. La tecnología permite que el Mundial llegue a todos los rincones. Aunque también sus reparos: la sombra del inconformismo social promete ser un eco que se multiplica, no se sabe si con la misma intensidad de los goles. El paso de los días dirá quién manda.

Vuelve a ser Brasil a hoy o mais grande do mundo. Mucho más que hace 64 años cuando organizó su primer Mundial de Fútbol, en el fatídico 1950, aquella vez cuando vio truncado su sueño de ser sede y a la vez campeón, por culpa del Maracanazo uruguayo. Incluso, se podría decir que no cabe comparación porque la cita que paraliza desde hoy a todos los continentes ha dejado de ser el exclusivo campo del espíritu deportivo para convertirse en negocio de incalculables proporciones.A la vez, su impacto sobre las masas no es ni la sombra de lo que fue. Hace seis décadas, la cita mundialista en el mismo Brasil cerraba el paréntesis de doce años al que obligó la Segunda Guerra Mundial y las emociones contenidas pudieron de nuevo brotar en las tribunas y en los alrededores de los escenarios, y poco más allá, gracias a la magia de la radio y de los teletipos. Ahora no hay límites. La tecnología permite que el Mundial llegue a todos los rincones. Aunque también sus reparos: la sombra del inconformismo social promete ser un eco que se multiplica, no se sabe si con la misma intensidad de los goles. El paso de los días dirá quién manda.Una mirada transversal a esta historia del anfitrión lleva entonces a concluir que si hay también una forma de mirar la transformación de la humanidad, ese es el balón y todos sus efectos. Visto desde el mismo Brasil, no suena exagerado decir que mucho del futuro político de Dilma Rousseff y su anhelo reeleccionista pasa, quién lo creyera, antes que por el muy cargado ambiente de inconformismo en las calles, por lo que suceda en los estadios y, en especial, por el desempeño de su selección.Aunque tampoco es que el fútbol, la realidad social y la política se vean las caras por primera vez. Lo hicieron en 1934 y 1938, en el doblete de la Italia de Mussolini en su territorio y en Francia, con el Duce encima de sus jugadores obligados al saludo fascista. Luego, en Suiza, en 1954, Alemania resurgió de las cenizas para ganar su primera corona y ganar un espacio en medio del aislamiento a que había sido relegada. En el 66, los británicos se juntaron para cantar Dios salve a la reina, en una pausa de sus rencillas internas.Brasil ganó el Mundial del 70 en México en medio de la represión. En el 74, Alemania Occidental se quedó con el campeonato, pero nadie olvida que la Oriental le causó la única derrota, con todo el valor que eso significó. Argentina triunfó en el 78, y aún sigue sin aclarar hasta dónde del dictador Jorge Videla metió su guante en el resultado. Mucho más cerca, Suráfrica pudo mostrar los efectos del fin del Apartheid con una pelota de por medio.Todos esos hitos pasarán a ser solo antecedentes en cuanto arranque el partido Brasil – Croacia que abre el Mundial. Como un solo hombre, muchos vestirán el color de sus selecciones, sin distingos. Qué mejor ejemplo que el de Colombia, volcado en el respaldo de nuestra selección. Por fortuna, el mundo vuelve a ser el balón de cada cuatro años. Que gane el mejor. También es la meta del equipo nacional. El fútbol también es un sueño, del que no despertaremos durante 31 días.

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