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El reto de Dilma

3 de enero de 2011 Por:

"Las demandas sociales pueden disparar el gasto público, reviviendo el fantasma de la inflación y dando al traste con la prosperidad brasileña. Este es el reto de Dilma Roussef".

Al tomar posesión de la Presidencia del Brasil, Dilma Roussef, la primera mujer en gobernar al Brasil, asumió un enorme reto.Recibió un legado generoso de su antecesor, Luis Inácio Lula da Silva, quien se retiró con un 87% de favorabilidad, récord para cualquier gobernante. Brasil es hoy la octava potencia económica del mundo y puede alcanzar la quinta posición en la próxima década. El potencial brasileño se hizo realidad bajo el mando de un hombre sencillo, surgido de la entraña popular, tarea en la que fracasaron en el pasado personajes privilegiados, cargados de fortunas y pomposos títulos de las mejores universidades del mundo.Aquello lo destacó la Roussef, o Dilma como le dicen sus compatriotas, en su discurso de 40 minutos, al comprometerse a trabajar sin descanso para beneficiar a los más pobres del gigante suramericano. Precisamente uno de los grandes retos del nuevo gobierno, pues pese a los avances de Lula todavía en Brasil existe un contingente notable de personas viviendo por debajo de los límites de pobreza. El ingreso per cápita de su población es menor que el de México y Argentina según la Oficina para el Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Un indicador que no se compadece con el sitial ocupado por la potencia económica suramericana.Esa realidad alerta sobre la desigualdad social existente en Brasil. Si bien la clase media creció de manera notoria durante el gobierno de Lula, el país mantiene el desequilibrio entre una minoría de magnates de talla mundial y millones de desheredados de la fortuna que viven con menos de 2 dólares diarios. Es la realidad de un país tercermundista antes que de la Nación que se encuentra próxima a pasar a la categoría de país desarrollado.Dilma abordó estos problemas en su discurso sin estridencias ni amenazas radicales, propias de su pasado guerrillero. Se comprometió a continuar el rumbo pragmático de la economía y ha fincado sus esperanzas para resolver el problema de la inequidad en un alto nivel de crecimiento general durante un ciclo largo. Expectativa posible dadas las buenas cifras brasileñas y las grandes reservas de hidrocarburos recientemente descubiertas en el Atlántico. El hecho de que Dilma sea economista también ayuda a este propósito.Pero no todo es un lecho de miel y rosas. Brasil presenta cifras importantes de atraso en la calidad de su educación, un frente en el que debe mejorar sustancialmente si es que de veras quiere ingresar a la liga de naciones desarrolladas. También su cifra de analfabetismo, cercana al 10%, lo que significa cerca de 19 millones de personas que no saben leer ni escribir, implicará grandes inversiones en el futuro inmediato. Lo mismo sucede en área de la atención en salud, sobre la que Dilma anunció en su discurso una atención inmediata, propiciando una reforma de grandes dimensiones y de alto costo fiscal.Las demandas sociales pueden disparar el gasto público, reviviendo el fantasma de la inflación y dando al traste con la prosperidad brasileña. Este es el reto de Dilma Roussef.

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