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El primer paso a la reconciliación

Así que hoy, cuando el mundo cristiano celebra el nacimiento de Jesús, está la invitación para que cada colombiano de buena voluntad reflexione sobre aquello que lo une a sus seres queridos, a su vecino, a su compañero de trabajo y a su adversario ideológico o político. De seguro se sorprenderá encontrando puentes que creía inexistentes y coincidencias que parecían imposibles.

24 de diciembre de 2017 Por: Editorial .

“Una de las cosas que me impresionó fueron los padres y las madres que levantaban a los niños para que el Papa los bendijera, pero también con orgullo enseñaban a sus hijos, como diciendo: ‘¡Este es nuestro orgullo! Esta es nuestra esperanza’. Yo pensé: un pueblo capaz de tener niños y capaz de enseñarlos con orgullo, como esperanza: este pueblo tiene futuro”.

No se trata de negar que Colombia ha sido golpeada por la violencia, la pobreza, la injusticia y la corrupción, entre otros males, pero esas frases pronunciada al mundo por el papa Francisco una semana después de terminar su visita a nuestro país, deberían devolverle el optimismo a una población que parece no advertir los posibilidades que tiene para construir su futuro en la convivencia.

No por su desarrollo económico, tarea que con altibajos se ha sacado adelante, sino por el inmenso potencial que representa la sociedad en general y cada colombiano en particular. Solo que en ocasiones estamos tan inmersos en discusiones puntuales y en intereses específicos, que no miramos lo que para los ojos foráneos resulta más que evidente.

De ahí que esta época, la de Navidad, sea propicia para dejar a un lado los lamentos y las diferencias y esforzarnos por rescatar aquello que nos une como nación: nuestra biodiversidad, nuestra historia, nuestra intelectualidad y nuestra tradición.

Y es entonces cuando los valores inculcados por los mayores aparecen como el gran soporte que nos debería volver la esperanza y la fe en nuestro país, como lo sugirió el Pontífice en las homilías y los discursos que nos regaló en septiembre pasado.

Porque, más que preceptos religiosos, caridad, respeto, honestidad, responsabilidad y solidaridad son conductas de vida que moldean buenos seres humanos, capaces de crear familias íntegras y sociedades guiadas por una ética del bienestar común.

Así que hoy, cuando el mundo cristiano celebra el nacimiento de Jesús, está la invitación para que cada colombiano de buena voluntad reflexione sobre aquello que lo une a sus seres queridos, a su vecino, a su compañero de trabajo y a su adversario ideológico o político. De seguro se sorprenderá encontrando puentes que creía inexistentes y coincidencias que parecían imposibles.

Estará entonces dando el primer paso al que nos llamó Francisco en su visita, para avanzar por el camino de la reconciliación que tanto necesita Colombia. Él nos puede llevar a reconstruirnos como una nación próspera en la que impere la protección al valor supremo de la vida.

Y por supuesto la ruta propuesta por el carismático Jorge Mario Bergoglio empieza por la máxima del ‘No matarás’, pasa por el retador ‘Amar al prójimo como a sí mismo’ y aterriza en la verenación que deberíamos profesarle, no solo de boca sino con acciones, a la naturaleza, a la ‘Casa común’ que le dejaremos como principal legado a las futuras generaciones.

Solo así honraremos no el mensaje papal ni el respaldo de buena parte de la comunidad internacional a los esfuerzos de pacificación de nuestro país, sino ese deseo genuino que tenemos de convertir a Colombia en el mejor vividero del mundo.

¡FELIZ NAVIDAD!

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