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El Papa de América

Es por eso que la gira de esta semana, en la que se hará oír a lo largo de 22 discursos, se sale de la lógica de lo tradicional. A cambio de visitar los países más poblados o que rayan en la condición de potencias por su economía o su dimensión, hace presencia en tres naciones que reflejan muchas de las preocupaciones de la América del Sur actual.

6 de julio de 2015 Por:

Es por eso que la gira de esta semana, en la que se hará oír a lo largo de 22 discursos, se sale de la lógica de lo tradicional. A cambio de visitar los países más poblados o que rayan en la condición de potencias por su economía o su dimensión, hace presencia en tres naciones que reflejan muchas de las preocupaciones de la América del Sur actual.

Además de un hito en su labor evangelizadora, la visita que el papa Francisco emprendió ayer a Ecuador, Bolivia y Paraguay significa un punto de inflexión en la historia de la presencia de pontífices de la Iglesia Católica en la región desde que, en 1968 Pablo VI fuera el primer obispo de Roma en hacerlo. Y es punto y aparte porque Francisco encarna los nuevos vientos de una iglesia empeñada hoy, quizás como nunca en los tiempos recientes, en estar más cerca de los necesitados y de los desterrados. Así lo ha reflejado su presencia y sus dictados frente a tragedias como la de Lampedusa, inmenso cementerio de las pateras en que sucumben el sueño europeo de millares de africanos, o su reciente llamado de atención a los países desarrollados en la encíclica Laudato sobre las desmedidas ambiciones y nocivos efectos en la explotación de los recursos naturales.Pero quizás si existe un factor que parta las características de las visitas papales, es que Francisco vuelve a la tierra y, sobre todo, a la gente que mejor conoce. Porque si bien su tarea apostólica, antes de alcanzar el papado, se circunscribió en buena parte a la Argentina, Jorge Bergoglio conoce las raíces de los problemas que aquejan a millones de latinoamericanos.Es por eso que la gira de esta semana, en la que se hará oír a lo largo de 22 discursos, se sale de la lógica de lo tradicional. A cambio de visitar los países más poblados o que rayan en la condición de potencias por su economía o su dimensión, hace presencia en tres naciones que reflejan muchas de las preocupaciones de la América del Sur actual.Una de ellas, la más importante para Francisco, la necesidad inaplazable de apurar en la lucha contra la pobreza. El Papa hablará de esa urgencia, pero no menos de la importancia que tanto los derechos al pan como a la democracia vayan de la mano. Para un hombre como él, crítico del autoritarismo, toda forma de perdurar en el poder a costa de reformas hechas a la medida individual y a espaldas de los derechos de los pueblos, son formas disfrazadas de abuso de poder. Y quienes consideren que, en consecuencia, hay una velada incursión política del Papa en los asuntos internos de esas naciones, se equivocan. Porque lo que hay es una clara presencia política. De hecho, el Papa no solo hablará para los católicos sino para todas las confesiones que lo quieran escuchar, y quién sabe si al final termine hablando a nombre de ellos. Como bien dice Fermín Carriquiry, vicepresidente de la Comisión Pontificia para América Latina, “Francisco propone (y así ha quedado claro en sus encíclicas) un encuentro que derribe muros y construya puentes”.Francisco, el jesuita, el primer Papa de origen Latinoamericano, está en nuestro continente. Hace más de un siglo, su congregación fue perseguida y expulsada de América. Hoy, en una especie de reivindicación en la que algunos de los mismos postulados de la época están intactos, Jorge Bergoglio trae un mensaje moderno de paz y reconciliación, pero, ante todo, de verdad pura y dura, a la que no se puede hacer oídos sordos.

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