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El otro mal de Buenaventura

A Buenaventura no solo la agobian los problemas sociales, la corrupción o la falta de infraestructura en servicios públicos. Los daños ambientales están haciendo mella en sus costas y el impacto puede volverse crítico en apenas un par de décadas.

15 de junio de 2018 Por: Editorial .

A Buenaventura no solo la agobian los problemas sociales, la corrupción o la falta de infraestructura en servicios públicos. Los daños ambientales están haciendo mella en sus costas y el impacto puede volverse crítico en apenas un par de décadas.

Hasta ahora la erosión de la zona costera del Valle era calculada ‘a ojo’. Algunos estudios revelaban el deterioro que se presentaba en zonas específicas de esa parte del Litoral, pero no se tenía la certeza de cuán grave podía ser la destrucción. Al analizar imágenes satelitales tomadas en los últimos 30 años, estudiantes de maestría de la Universidad Nacional, sede Palmira, pudieron determinar cómo se han visto afectados en este tiempo 156 kilómetros de costa.

El resultado de los estudios es más que preocupante: el 28,42% presenta pérdida o inmersión de superficie mientras que en otro 23% ha emergido territorio que antes estaba debajo del nivel del mar. Una de las consecuencias es que las aguas del océano se adentraron en el continente en un promedio de 21 centímetros cada año, llegando a situaciones como la de la playa El Choncho donde avanzaron 624 metros, lo que obligó a principio de este siglo a reubicar la totalidad de la población.

Es claro el cómo y el por qué se ha llegado a esta situación. La causa principal, según esta investigación y otras adelantadas por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, Invemar, está en el cambio climático y los efectos devastadores que tiene en los océanos y en las regiones costeras; fenómenos como El Niño, tormentas cada vez más frecuentes, huracanes, todos actúan en la erosión o destrucción del litoral.

De igual manera ha influido la intervención humana, con asentamientos que se levantan de manera improvisada al pie del mar, dragados artesanales sin los controles técnicos necesarios y la explotación de materiales o sedimentos con fines de construcción. A ello se suma la deforestación de los manglares y la contaminación ambiental que provoca el vertimiento sin ningún tratamiento de las aguas residuales.

Qué se va a hacer para detener ese crecimiento acelerado de la erosión o para tratar de recuperar lo que se ha perdido en estas décadas, es lo que se debe preguntar ahora. La información recopilada debería ser la base para determinar las políticas públicas a seguir en cuanto a gestión de riesgo para Buenaventura y las poblaciones de su zona rural, en el manejo ambiental de sus costas y para definir un Plan de Ordenamiento Territorial que sea coherente con ello y con el desarrollo en el litoral del Pacífico vallecaucano.

Si se continúa ignorando o minimizando el daño que sufre la zona costera, las consecuencias pueden ser nefastas en los años venideros. Si la erosión y el nivel del mar aumentan al ritmo actual, dentro de 20 años la mayoría de los asentamientos deberán reubicarse, mientras que la zona portuaria con sus terminales y vías de acceso podría verse afectada en un cien por ciento. Ello significaría un desastre para una población que ya ha padecido suficiente por el abandono y la indiferencia del Estado y de quienes han regido sus destinos.

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