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El otro enfoque

"En la lógica de conseguir la reducción de los cultivos ilícitos y la contención de la amenaza que el narcotráfico representa para las democracias y las sociedades, lo peor sería que los Estados bajen la guardia".

20 de abril de 2016 Por:

"En la lógica de conseguir la reducción de los cultivos ilícitos y la contención de la amenaza que el narcotráfico representa para las democracias y las sociedades, lo peor sería que los Estados bajen la guardia".

Desde ayer se desarrolla en Nueva York la Sesión Especial sobre Drogas de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Ungass 2016. Es el esfuerzo promovido por Colombia, Guatemala y México para producir un nuevo enfoque al tratamiento de uno de los grandes problemas de la humanidad por su capacidad de daño y por su poder económico, que desestabiliza países, corrompe dirigentes y genera ganancias incalculables para los dueños del negocio y sus facilitadores.La posibilidad de adelantar esa sesión es de por sí un éxito para su promotores. Desde todas partes del mundo se ha dicho que la actual política antidrogas, basada en la represión a la producción, ha fracasado. Y que es la hora de enfrentar el asunto con un nuevo enfoque, donde se considere la posibilidad de tratarlo como un problema de salud para poder atender a los consumidores con consideraciones distintas a la cárcel y la estigmatización. En ese camino parecen abrirse posibilidades para conseguir que los Estados dediquen más recursos a la atención desde la perspectiva de la educación, y la prevención y desde el tratamiento médico que requieren quienes padecen la drogadicción. Así mismo, se pretende promover la flexibilidad para que los gobiernos enfrenten el problema dependiendo de las realidades de sus países. Entre otras ventajas, ello evitará que se castigue con severidad a los pequeños productores que no encuentran otra alternativa que los cultivos ilícitos para su subsistencia, mientras se aplican penas menores a homicidas confesos.Sin embargo, existe y seguirá existiendo la amenaza de las organizaciones criminales dedicadas a explotar ese consumo, y a incentivarlo sin ningún miramiento, como está ocurriendo en Colombia con el mal llamado microtráfico. Como existe también un inmenso y sórdido mundo que se aprovecha de las ganancias del tráfico de drogas, que se alimenta de sus enormes dividendos y tiene aliados en todos los estamentos sociales, políticos y económicos. Como lo recuerda el presidente Juan Manuel Santos, Colombia ha sido la víctima más significativa de esa realidad. Pero no es la única, ni será la última. Sin duda, la estrategia de criminalizar la producción, comercio y consumo de las sustancias sicotrópicas, ha fallado en la medida en que no ha podido impedir su expansión o reducir el número de consumidores y víctimas. Pero también debe reconocerse que cuando se ha aplicado con decisión contra el crimen organizado a su alrededor, como es el caso colombiano, se consiguen resultados.Por eso, en la lógica de conseguir la reducción de los cultivos ilícitos y la contención de la amenaza que el narcotráfico representa para las democracias y las sociedades, lo peor sería que los Estados bajen la guardia. Y que se llegue a la tolerancia abierta, mientras el consumo destruye vidas, las drogas se multiplican y los recursos para atender el problema no aparecen porque se quedan en el catálogo de las buenas intenciones. Por eso, si bien se requiere un cambio, éste no debe llevar a que se le reconozca legitimidad a quienes reciben las ganancias y las dedican a cualquier fin.

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