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El negocio de la vanidad

"Lo que debería ser sólo una señal de alerta, se tiene que tratar hoy en el país como un problema de salud pública. Son 14.800 las colombianas que llevan las prótesis francesas y están en riesgo de contraer infecciones o desarrollar un cáncer si sus implantes se rompen".

6 de enero de 2012 Por:

"Lo que debería ser sólo una señal de alerta, se tiene que tratar hoy en el país como un problema de salud pública. Son 14.800 las colombianas que llevan las prótesis francesas y están en riesgo de contraer infecciones o desarrollar un cáncer si sus implantes se rompen".

La vanidad por encima de la salud y la belleza convertida en un negocio lucrativo y riesgoso. De nuevo el debate se pone sobre la mesa por cuenta de la incertidumbre en que están hoy 500.000 mujeres en todo el mundo por usar los implantes mamarios fabricados por una empresa francesa que habría utilizado silicona industrial para rellenarlos. Un tema que toca sensibilidades en Colombia y en especial en una ciudad que como Cali ha hecho de la estética y la cirugía plástica una industria próspera e importante. Lo que debería ser sólo una señal de alerta, se tiene que tratar hoy en el país como un problema de salud pública. Son 14.800 las colombianas que llevan las prótesis francesas y están en riesgo de contraer infecciones o desarrollar un cáncer si sus implantes se rompen. Un precio altísimo el que se pagaría, en la mayoría de casos, por los excesos de la vanidad.En Colombia se realizan al año un promedio de 300.000 procedimientos estéticos y cirugías plásticas, que mueven 400 millones de dólares. Y se presentan alrededor de 10.000 demandas por malas prácticas. Los casos de muerte y deformaciones físicas por procesos inadecuados, realizados en lugares que no cumplen con los estándares de higiene y por personas no capacitadas, así como por el uso de sustancias que no están debidamente registradas ni aceptadas para ser utilizadas en persona, son frecuentes. Se calcula que en el país 20.000 personas resultan afectadas cada año, pese a lo cual recomendaciones como las que hace la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica para que se verifique la idoneidad de quienes realizan los procedimientos no se toman con la debida seriedad. Se debe reconocer que en Cali, por ejemplo, la oferta de especialistas serios, capacitados y con reconocida trayectoria profesional y ética es amplia, lo cual ha sido parte del exitoso desarrollo de su industria de la salud y la estética. Sin embargo, no parece haber mecanismos suficientes para controlar un sector que en ocasiones pone la belleza por encima de la ética y la integridad personal. Preocupa, por ejemplo, que el Invima reconozca, a raíz del episodio de los implantes, que no se realizan pruebas técnicas para otorgar los registros sanitarios de los medicamentos e insumos para la salud y la estética que ingresan al país. Como tampoco se hace un seguimiento periódico para garantizar que se mantengan los estándares de calidad de esos productos. Son la integridad y la vida de muchos colombianos las que están en juego.La responsabilidad no sólo les compete a los organismos de control. Son aún más responsables quienes han hecho de la belleza un negocio sin límites, en el que existen profesionales de pacotilla, personas inescrupulosas y empresas como la francesa de los implantes, que han priorizado sus intereses de lucro sin detenerse en las consecuencias graves que tienen decisiones perversas como utilizar silicona industrial en las prótesis de senos.Pero también es un problema cultural. El mundo contemporáneo ha impuesto unos cánones de belleza que han llevado a mujeres y hombres, adolescentes o adultos, a jugar con sus cuerpos y con su integridad física con el propósito de ser aceptados por una sociedad que parece haber tergiversado los verdaderos valores. Y el precio, en no pocas ocasiones, es la vida misma.

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