El pais
SUSCRÍBETE

El negocio de la miseria

"...En resumen, lo que está pasando en Cali, y lo que por su modus operandi pocos han podido comprobar, es una especie de trata de personas con menores de edad que terminan ‘secuestrados’ por jefes que actúan como proxenetas. Y son mafias que lo hacen en tal grado de clandestinidad, que hasta la fecha no existe una sola denuncia formal que compruebe esta práctica, que sólo es posible conocer en su dimensión, auscultando a fondo este mundo...".

13 de agosto de 2011 Por:

"...En resumen, lo que está pasando en Cali, y lo que por su modus operandi pocos han podido comprobar, es una especie de trata de personas con menores de edad que terminan ‘secuestrados’ por jefes que actúan como proxenetas. Y son mafias que lo hacen en tal grado de clandestinidad, que hasta la fecha no existe una sola denuncia formal que compruebe esta práctica, que sólo es posible conocer en su dimensión, auscultando a fondo este mundo...".

Quince mil pesos. Eso es lo que pagan las mafias por alquilar un niño durante doce horas al día y ponerlo a mendigar o a vender dulces en las calles de Cali. Quince mil pesos que son pagados por el hombre experto en esta práctica a madres de humildes sectores de la ciudad. Incluso, hay quienes alquilan a sus hijos por $25.000, porque tienen edades más atractivas para el oficio o porque su fisonomía o su actitud son más lucrativas que las de otros pequeños.La denuncia revelada por El País cuenta también que hay buses contratados para llevar en la mañana y recoger en la tarde grupos de menores en sectores como la Avenida Sexta; niños a los que se les subsidia el almuerzo, como a cualquier empleado y se les recoge lo producido al concluir la jornada. La investigación refleja igualmente que hay zonas en las que los pequeños son vigilados por sus ‘patrones’, que se camuflan como transeúntes para evitar que sus empleados se queden con lo conseguido, sobre todo cuando perciben que algún conductor conmovido les da una limosna extraordinaria.En resumen, lo que está pasando en Cali, y lo que por su modus operandi pocos han podido comprobar, es una especie de trata de personas con menores de edad que terminan ‘secuestrados’ por jefes que actúan como proxenetas. Y son mafias que lo hacen en tal grado de clandestinidad, que hasta la fecha no existe una sola denuncia formal que compruebe esta práctica, que sólo es posible conocer en su dimensión, auscultando a fondo este mundo.La preocupación de instituciones como la Fundación para la Orientación Familiar, Funof –que alertó sobre este drama justo cuando se conoció que Cali es una de las ciudades con mas casos de explotación infantil–, es mayor si se tiene en cuenta que difícilmente este fenómeno logrará ser atendido con la urgencia que lo requiere. Porque, al no haber denuncias formales y al existir una complicidad y silencio total en las calles, no habrá forma de judicializar a quienes están detrás de esas mafias. Además, porque en muchas oportunidades, cuando la Policía intenta capturar a sus cabecillas, alguien los pone en alerta y los operativos fracasan.Esto, sumado al asistencialismo que en Cali ha hecho posible que prácticas como la mendicidad en las calles se convierta en un lucrativo negocio complican más la posibilidad de desenmarañar lo que a todas luces resulta reprochable.Si bien tanto el Municipio como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar han mostrado su preocupación, las acciones para frenar esta práctica no son muchas, como tampoco los recursos para adelantarlas. Y, lo que es más desolador, no hay una pena clara en el Código Penal que castigue el delito, que de lograr judicializarse tocaría asimilarlo al Artículo 188, que habla de la trata de personas. Hace quince meses este medio denunció cómo en los semáforos hay menores que venden sexo; situación que llevó a las autoridades a reflexionar, pero que finalmente quedó en el olvido. Ojalá esta nueva denuncia se convierta en una prioridad para quienes deben velar por la defensa de los derechos del menor.

AHORA EN Editorial