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El Mártir de la paz

"...en los momentos de mayor confusión, causada por los secuestros masivos de la María, el Kilómetro 18, Isaías Duarte Cancino se erigió en el líder de la sociedad vallecaucana para enfrentar el momento más oscuro de su historia. Fue él quien enfrentó la barbarie con su consigna “los queremos vivos, libres y en paz”, de la misma manera con que denunció la alianza de la política y el narcotráfico".

16 de marzo de 2012 Por:

"...en los momentos de mayor confusión, causada por los secuestros masivos de la María, el Kilómetro 18, Isaías Duarte Cancino se erigió en el líder de la sociedad vallecaucana para enfrentar el momento más oscuro de su historia. Fue él quien enfrentó la barbarie con su consigna “los queremos vivos, libres y en paz”, de la misma manera con que denunció la alianza de la política y el narcotráfico".

Diez años han pasado desde el momento en que un sicario acabó con la existencia de monseñor Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali. Desde entonces, su martirio se convirtió en símbolo del pastor que ofrece su vida por rescatar a su rebaño de la violencia y la confusión y en la guía para enfrentar el mundo de confusiones y amenazas que aún rodean a Cali, al Valle y a Colombia.Desde su llegada al Urabá como primer obispo de Apartadó, el prelado demostró que su misión iba más allá de predicar los evangelios y difundir la palabra de Dios. Además de ese compromiso, propio de su investidura y su vocación como sacerdote, Monseñor se empeñó en servir a sus atribulados feligreses, quienes, azotados por la violencia fratricida, veían cómo se destruían sus familias en masacres y desplazamientos sin límites. Escuelas, seminarios y compromisos ciudadanos para buscar la paz fueron su legado como hombre de la Iglesia empeñado en construir una sociedad mejor. Fue cuando desafió a los violentos, pasando por encima de sus amenazas: “La forma en que los guerrilleros y los paramilitares de Urabá vienen operando es totalmente equivocada. Desde el punto de vista de la fe cristiana es un posición aberrante y la palabra del Obispo no sería palabra de Dios si callara frente a los crímenes y el dolor del los pobres”, dijo. Y con ello marcó su camino particular, el de buscar la reconciliación, el de hablar con quien fuera necesario para desarmar los brazos y los espíritus. Así se ganó el nombre del Obispo de la Paz, desafiando el terror y sembrando la esperanza en la zona más golpeada por la violencia. En 1995 llegó a Cali con la misma misión y con los mismos principios. La vida que le inyectó a su Iglesia se ve en la Universidad Lumen Gentium, en las parroquias, escuelas y colegios que impulsó, en la obra social que llegó a los más necesitados. Y en los momentos de mayor confusión, causada por los secuestros masivos de la María, el Kilómetro 18, Isaías Duarte Cancino se erigió en el líder de la sociedad vallecaucana para enfrentar el momento más oscuro de su historia. Fue él quien enfrentó la barbarie con su consigna “los queremos vivos, libres y en paz”, de la misma manera con que denunció la alianza de la política y el narcotráfico. Fue él quien encabezó las primeras marchas contra el secuestro y se puso al frente para ayudar a las víctimas a superar la tragedia.Hasta que apareció la demencia de quienes vieron una amenaza en sus denuncias y en sus esfuerzos por buscar un diálogo franco con los paramilitares encabezados por Carlos Castaño. Fue cuando ordenaron y ejecutaron su muerte, el 16 de marzo de 2002, saliendo de una misa en la parroquia del Buen Pastor. Con ello pusieron fin a la existencia de monseñor Duarte Cancino, pero jamás podrán apagar el mensaje que el mártir de la Paz le dejó a Cali y a Colombia entera. “Es necesario reconocer que (los colombianos) nos hemos equivocado, que hemos preferido el camino de la maldad al seguimiento de Cristo por el camino de la honradez, la rectitud y la justicia”, escribió Monseñor Isaías en la que fue su última columna publicada en este diario.

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