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El mandato de las elecciones

"Bien entendidas, lo que las elecciones legislativas y de Presidente dejaron es un mandato que debe ser interpretado de forma adecuada. Es el deber de adoptar las reformas que hasta ahora parecen imposibles, y de responder a los retos que están planteando las inequidades sociales y los desequilibrios causados por un centralismo que asfixia a la provincia colombiana".

22 de junio de 2014 Por:

"Bien entendidas, lo que las elecciones legislativas y de Presidente dejaron es un mandato que debe ser interpretado de forma adecuada. Es el deber de adoptar las reformas que hasta ahora parecen imposibles, y de responder a los retos que están planteando las inequidades sociales y los desequilibrios causados por un centralismo que asfixia a la provincia colombiana".

Terminadas las campañas electorales, Colombia renovó su cuerpo legislativo y le dio un nuevo mandato al Presidente de la República. Lo que empieza a partir de su posesión es la necesaria transformación del Estado, que lo sintonice con las realidades y lo ponga en condiciones de escuchar y atender las demandas y las necesidades de la Nación.Al cumplirse las elecciones de los poderes Ejecutivo y Legislativo, se expresó la opinión de los ciudadanos que participaron con su voto en el proceso que cada cuatro años refrenda el compromiso de mantener la democracia como sistema de Gobierno en nuestro país. Ellos eligieron a los candidatos de sus preferencias, a quienes les dieron un mandato. Pero también se manifestó otro sentir, a través de una abstención que en el caso de las elecciones legislativas superó el 56% del censo electoral y en las de Presidente llegó al 52%.Lo que sigue es interpretar en forma adecuada esas voces. Que se refieren casi todas a la crisis que padecen las instituciones y a la obligación de adecuarlas. Crisis de resultados, por cuanto la Justicia acusa enormes rezagos, el sistema de salud sigue en la incertidumbre y la política continúa afectada por vicios y costumbres antiguas, que alejan al ciudadano del Estado, Y de credibilidad, porque los problemas se han venido acumulando sin que se haya logrado una respuesta adecuada que construya confianza en el sistema, como lo reflejan múltiples encuestas y los reclamos de la sociedad que no parecen tener audiencia. Antes esas realidades, lo que se espera son respuestas de parte de quienes fueron elegidos como representantes de la voluntad popular. Para ello deben realizar las transformaciones que reclaman los colombianos. Por supuesto, lograr la paz con los grupos guerrilleros es un objetivo prioritario, según los resultados de la elección presidencial. Pero no es el único ni tiene por qué ser el motivo de los posibles cambios que afecten nuestro ordenamiento jurídico y político, en caso de que se llegue a un acuerdo con las Farc y el ELN. Hoy es corriente escuchar los análisis que hablan de los ganadores y perdedores que dejaron las justas electorales, así como las especulaciones sobre cómo se comportará la oposición o cómo se repartirá el poder entre los triunfadores. Pero, bien entendidas, lo que ellas dejaron es un mandato que debe ser interpretado de forma adecuada. Es el deber de adoptar las reformas que hasta ahora parecen imposibles, y de responder a los retos que están planteando las inequidades sociales y los desequilibrios causados por un centralismo que asfixia a la provincia colombiana.Es la necesidad de escuchar las voces de los colombianos y producir los cambios que han sido largamente aplazados, como si la política estuviera de espaldas a las realidades nacionales. Ese es el sentido de una verdadera democracia que permite la diferencia de opiniones pero ante todo llama al deber de lograr objetivos comunes a todos los colombianos. Por eso, llegó el tiempo de resolver los problemas que alejan al ciudadano del Estado y le restan credibilidad a las instituciones que gobiernan la Nación.

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