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El mal vecino

Durante el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, la política frente a Venezuela ha sido la de mantener buenas relaciones pese a las grandes dificultades que se han presentado en los últimos diez años.

23 de febrero de 2017 Por: Editorial .

Durante el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, la política frente a Venezuela ha sido la de mantener buenas relaciones pese a las grandes dificultades que se han presentado en los últimos diez años. Sin embargo, las constantes declaraciones contra nuestro país y el tratamiento discriminatorio contra los colombianos demandan una respuesta que no deje dudas sobre lo que está sucediendo.

Con la posesión del Primer Mandatario, hace seis años y medio, llegó también un viraje en la difícil y peligrosa relación bilateral. Los nexos del régimen de Hugo Chávez con los grupos guerrilleros y las medidas arbitrarias de quien escogió a nuestro país como blanco de sus diatribas, se complementaban con la tolerancia y la acogida que brindaban a los jefes de las Farc y el ELN, incluidos los vínculos con el narcotráfico.

El cambio, sorpresivo por la manera en que fue anunciado durante una visita de Chávez a Santa Marta, incluyó que el gobierno del vecino país actuara como facilitador del diálogo con la guerrilla. Fue un viraje positivo que además mostró que el coronel abandonaba sus pretensiones de intervenir en los asuntos internos de Colombia, aunque no fuera claro su distanciamiento con quienes usaban su país para burlar a nuestras autoridades.

No obstante, Colombia ha sido blanco permanente de las acusaciones del régimen comandado ahora por Nicolás Maduro. Y se ha llegado a agresiones contra colombianos residentes en Venezuela y a incursones de sus militares en nuestro territorio. Qué decir de los graves y deplorables hechos en la frontera, cuando miles de nuestros compatriotas fueron acusados de contrabandistas, paramiltares y delincuentes, y fueron expulsados de manera vergonzosa, ocasionando un drama humanitario que aún no termina.

Todas esas acciones han sido manejadas por nuestro Gobierno con la prudencia y la diplomacia necesarias para evitar confrontaciones con el que se supone un gobierno amigo. Se han producido mesas de concertación y numerosas reuniones entre los ministros de ambos Estados y en no pocas oportunidades, el presidente Maduro ha pasado de las amenazas a las declaraciones de amor en un abrir y cerrar de ojos.

Pero las cosas no cambian. Ahora mismo, y después de que los dirigentes venezolanos profirieran ofensas y agravios personales contra nuestro Vicepresidente, Maduro acusó de nuevo a Colombia como causante del desastre que padecen los venezolanos. Según el cuestionado presidente, se presenta un éxodo hacia Venezuela ocasionado por la “guerra civil” que padecemos, y somos culpables del narcotráfico del cual acusan a su vicepresidente Tareck El Aissami, a muchos de los altos mandos militares y a dirigentes del chavismo, hoy en la mira de la comunidad internacional.

Esa es la manera de usar a nuestro país para tapar el desastre humanitario, económico, social y político que le ha producido a Venezuela el régimen de Maduro. Son agresiones permanentes e inaceptables a Colombia que no se compadece con el tratamiento que se le da al mal vecino, empeñado en mantener la frontera bilateral como fuente de confrontación permanente.
Por eso hay que protestar.

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