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El lío de Centroamérica

Todos, comenzando por los centroamericanos, saben que el problema no se resuelve solo con medidas policiales. Contrario a sus vecinos Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde ese fenómeno no existe porque tomaron decisiones oportunas para ganarle la partida a las organizaciones criminales.

23 de febrero de 2015 Por:

Todos, comenzando por los centroamericanos, saben que el problema no se resuelve solo con medidas policiales. Contrario a sus vecinos Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde ese fenómeno no existe porque tomaron decisiones oportunas para ganarle la partida a las organizaciones criminales.

Mientras el totalitarismo en Venezuela y el forcejeo de poderes en Argentina se llevan por estos días el protagonismo en América Latina, El Salvador, Guatemala y Honduras viven una tormentosa historia que tiene su antecedente en las guerras civiles de finales del Siglo XX. Hoy, esos países padecen el agobio que genera la cada vez mayor ausencia de institucionalidad, sin oportunidades reales por cuenta de las enormes brechas de la desigualdad social y de la debilidad de sus Estados para dar soluciones. Cercados por el crimen y por un poder corruptor que todo lo puede, los ciudadanos siguen teniendo como única opción la migración en pos de un sueño americano cada vez más lejano y riesgoso.Esa diáspora se constituye en el mayor desangre de estas sociedades que ven partir a sus hijos. Millares son apenas niños que se juegan la vida, para recibir a cambio millonarias remesas que, antes que solucionar los problemas de quienes se quedan, convierten sus economías en agujeros por los que se escapan la productividad, la creación de empleo y los servicios.¿Qué ha pasado con los 124 mil millones de dólares que, se calcula, estos emigrantes han enviado a sus países en los últimos 20 años? Lo cierto es que impulsaron el consumo de productos importados que desplazaron la decadente industria nacional con precios imposibles de superar. Y al campo le va peor. Según cifras del Banco Mundial, en 147 de los 334 municipios de Guatemala, ocho de cada diez personas viven en la pobreza y se ven obligadas a resolver su situación con menos de un dólar al día. Pero lo que más preocupa son los niveles de violencia. El Salvador, Guatemala y Honduras figuran entre los cinco países con mayor número de homicidios en el mundo. Y están las maras, pandillas de jóvenes que se convirtieron en amos y señores con el auspicio del narcotráfico, que encontró allí el ambiente propicio para establecer el puente entre los productores y los consumidores, y el refugio ante la persecución que padecen en Colombia y México. Todos, comenzando por los centroamericanos, saben que el problema no se resuelve solo con medidas policiales. Contrario a sus vecinos Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde ese fenómeno no existe porque tomaron decisiones oportunas para ganarle la partida a las organizaciones criminales. Por eso resulta extraño que Estados Unidos pretenda apagar semejante incendio con mil millones de dólares, destinados a financiar el “desarrollo económico y combatir la violencia” que padecen los tres países.Eso es desconocer que El Salvador, Guatemala y Honduras se gastaron el año pasado casi el triple en seguridad, sin efecto alguno. O que por cada policía de Guatemala hay cinco guardas privados, lo que demuestra hasta dónde se han ido privatizando un servicio público que debe ser monopolio del Estado. Por eso, el auxilio que ofrece el gobierno del presidente Barack Obama es muy poco, y no tiene posibilidades claras porque el narcotráfico allí es cada vez más rico. Como ha ocurrido siempre, parece imposible resolver la crisis sin ofrecer alternativas de progreso.

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