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El juego de siempre

Nada hay de sinceridad en la guerrilla, así organizaciones como Colombianos y Colombianas por la Paz, tratando de presentarse como vocera de los colombianos, insistan en ver avances en las respuestas de los cabecillas de la violencia. Por eso, las palabras del presidente Santos son oportunas para fijar una posición clara y respaldada por todos los colombianos. Sólo él tiene la palabra en materia de diálogos.

10 de agosto de 2011 Por:

Nada hay de sinceridad en la guerrilla, así organizaciones como Colombianos y Colombianas por la Paz, tratando de presentarse como vocera de los colombianos, insistan en ver avances en las respuestas de los cabecillas de la violencia. Por eso, las palabras del presidente Santos son oportunas para fijar una posición clara y respaldada por todos los colombianos. Sólo él tiene la palabra en materia de diálogos.

Mostrar disposición para el diálogo sin condiciones usando la consabida retórica de las reivindicaciones que nadie cree, es de nuevo la estrategia de las Farc y el ELN. Y mientras tanto, el país tiene que aguantar sus crímenes contra personas inermes, víctimas del afán de destrucción que los caracteriza desde su nacimiento.Nada nuevo hay en esa posición. Ni siquiera el intercambio epistolar con personajes que ya Colombia conoce con suficiencia, quienes vuelven a sugerir que habrá liberaciones de secuestrados como “signos de buena voluntad”. Seres humanos que como los policías y soldados en poder de las Farc completan hasta 14 años en el más aberrante cautiverio, donde ni siquiera han podido hablar con sus hijos, o acercarse a la civilización. ¿Acaso hay algo de humanitario en proponer su intercambio por delincuentes que el Estado legítimo capturó y juzgó por sus prontuarios de horror y destrucción contra la Nación?Ahora, la Iglesia Católica vuelve también a agitar el tema, declarándose respetuosa de las órdenes del Presidente de la República y atenta a sus instrucciones, siguiendo sus principios de solidaridad cristiana y ratificando su oferta de intermediación. La respuesta la dio el presidente Juan Manuel Santos el pasado lunes: nadie está autorizado para adelantar conversaciones con las Farc y el ELN. Y sólo habrá posibilidad de hacerlo cuando se produzcan hechos como la liberación incondicional de los secuestrados o den muestras claras de que no se van a burlar del país como lo han hecho en el pasado.Ese es quizás el meollo del asunto. Puede afirmarse que durante los últimos veinte años no ha habido un Presidente que no haya planteado posibilidades de diálogo. Pero la respuesta ha sido la misma aunque varíen los matices: Hablar de paz y usar el terrorismo traicionero contra la Nación. Ofrecer liberaciones a cuentagotas, una manera perversa de aprovechar la solidaridad con los secuestrados, aprovechando el protagonismo que los medios de comunicación le dan a esos momentos para reiterar sus consignas guerreristas.Nada hay de sinceridad en la guerrilla, así organizaciones como Colombianos y Colombianas por la Paz, tratando de presentarse como vocera de los colombianos, insistan en ver avances en las respuestas de los cabecillas de la violencia. Por eso, las palabras del presidente Santos son oportunas para fijar una posición clara y respaldada por todos los colombianos. Sólo él tiene la palabra en materia de diálogos.No obstante, la puerta está abierta para que las Farc y el ELN demuestren que su deseo de paz es sincero. Que liberen los secuestrados y se comprometan a no secuestrar más; que cesen sus actos terroristas y planteen una posición acorde con la realidad nacional. Quizás eso sea imposible o a lo mejor ocurra un milagro que haga reaccionar a sus cabecillas. Pero mientras se produce, el deber de las autoridades es proteger a la Nación de la amenaza que para la vida y la tranquilidad de los colombianos significan las agrupaciones que encuentran en la violencia su razón de ser.

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