El pais
SUSCRÍBETE

El horror del secuestro

"...Colombia no puede olvidar a los secuestrados; a esos dieciocho soldados y policías, muchos de los cuales llevan una década y más en la selva, sometidos a campos de concentración, padeciendo enfermedades y sin posibilidad alguna de ver a sus hijos, a sus familias, a la libertad...."

14 de agosto de 2011 Por:

"...Colombia no puede olvidar a los secuestrados; a esos dieciocho soldados y policías, muchos de los cuales llevan una década y más en la selva, sometidos a campos de concentración, padeciendo enfermedades y sin posibilidad alguna de ver a sus hijos, a sus familias, a la libertad...."

En medio de las noticias, de pronto aparecen recordatorios sobre los aniversarios que cumplen soldados y policías secuestrados por las Farc. Una macabra manera con la que los victimarios pretenden lograr negociaciones y protagonismos a costa de personas a los cuales les niegan sus derechos más elementales. José Libio Martínez, Luis Arturo Arcila, Robinson Salcedo, Luis Alfredo Moreno, Salín Antonio Sanmiguel, Luis Alfredo Beltrán, Carlos José Duarte, César Augusto Lasso, Édgar Yesid Valero, Elkin Hernández, Guillermo Javier Solórzano, José Libardo Forero, Wilson Rojas, Luis Alberto Erazo, Luis Hernando Peña, Álvaro Moreno, José Trujillo, José Humberto Romero. Esa es la lista de los seres humanos en poder de las Farc. Hombres de carne y hueso que prestan sus servicios a la Nación y arriesgaron su vida por la libertad y la vida de sus compatriotas. Pero también quedan centenares de ciudadanos anónimos de los cuales no se tiene razón alguna. Sus secuestradores, casi siempre la guerrilla, han obtenido pingües ganancias extorsionando a sus familias, y ahora no se dignan darles siquiera la más mínima información sobre la suerte de ellos. Incluso negocian más extorsiones para entregar los cadáveres de quienes cayeron en desgracia frente a sus plagiarios. Claro, es cuestión de negocios, por lo tanto no son mencionados en los comunicados que reclaman lo que algunos todavía insisten en denominar un “canje humanitario”, la forma de disfrazar el chantaje al que pretenden someter a toda la sociedad.La semana que culmina se conoció una carta enviada a las Farc por prestantes mujeres dedicadas a defender los derechos humanos en América. Una iniciativa que merece el respaldo por lo que significa como reclamo a quienes utilizan a sus víctimas como objetos que tienen un valor comercial, o como bienes que pueden explotarse con fines publicitarios. Esa carta también tiene la importancia de reconocer la liberación de los secuestrados, de todas las víctimas, como requisito para iniciar cualquier diálogo de paz o cualquier iniciativa de negociación. Pero mientras se tienen noticias sobre esa solicitud, Colombia no puede olvidar a los secuestrados; a esos dieciocho soldados y policías, muchos de los cuales llevan una década y más en la selva, sometidos a campos de concentración, padeciendo enfermedades y sin posibilidad alguna de ver a sus hijos, a sus familias, a la libertad. Ellos arriesgaron su vida y, así como se ha hecho en otras oportunidades, el Estado está obligado a buscar su liberación.De todas las heridas que la violencia le ha dejado a nuestra Nación, el secuestro es quizás la peor de todas. Porque significa desconocer la naturaleza del ser humano y someterlo al más aterrador menosprecio por sus derechos; porque es el más aberrante desprecio por los valores, los principios e incluso las ideologías que se basan en rescatar la dignidad y defender el derecho a la vida. Por eso, mientras esa herida no se cure, mientras el secuestro no termine y las víctimas puedan volver a sus hogares, Colombia no puede volver a dialogar con los secuestradores.

AHORA EN Editorial