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El grito de Malala

"Por eso el grito de libertad de Malala tiene que ser escuchado. El problema no es de religiones o de creencias. Es de defender la libertad y garantizar la igualdad de todas las personas tanto como sus derechos fundamentales".

13 de octubre de 2012 Por:

"Por eso el grito de libertad de Malala tiene que ser escuchado. El problema no es de religiones o de creencias. Es de defender la libertad y garantizar la igualdad de todas las personas tanto como sus derechos fundamentales".

Malala Yousafzai, la niña paquistaní de 14 años, es símbolo de esperanza. La de un mundo que no puede aceptar que un ser humano sea inferior a otro ni que la violencia se convierta en el camino para imponer las ideas, mucho menos en nombre de la religión. Hoy, Malala se debate entre la vida y la muerte. Fue atacada por defender su libertad y la igualdad de sus derechos como mujer. Ella sigue levantando su mano para ser escuchada y le da una lección al mundo contemporáneo. A los 11 años de edad, alzó su voz solitaria para protestar contra los Talibán que entonces ejercían el poder en su natal Valle de Swat, al norte de Paquistán. No aceptó la orden de cerrar las escuelas femeninas y prohibir la educación para las mujeres. En un blog publicado bajo el seudónimo de Gul Makai, describió en lengua urdú su día a día y sus sentimientos por no poder asistir a clases, mientras criticaba la interpretación errónea del Corán y las leyes musulmanas.El año pasado el mundo conoció el verdadero nombre de la autora de los relatos cuando ganó el Premio Nacional de Paz en Paquistán y el Premio Infantil Internacional de Paz. El miércoles pasado, la niña, quien cuenta con el apoyo de su familia como activista que defiende la educación de niñas y adolescentes, recibió dos disparos en cabeza y cuello cuando abordaba el bus de su escuela. El hecho fue reivindicado por los Talibán. Ellos aseguran que no cejarán en su empeño de matarla porque representa “la secularización y la occidentalización del mundo mulsumán”. Es decir, la educación y la igualdad de derechos para todos los seres humanos. Por eso convirtieron a Malala en el símbolo de la lucha que debe dar la humanidad para que las religiones no sean usadas como disculpa para mantener el oscurantismo y la ignorancia que asegura el control sobre la gente. El respeto por las creencias excluye el radicalismo de algunos regímenes islámicos que malinterpretan a su conveniencia la Sharia, el compendio de leyes musulmanas basado en el Corán y en tradiciones ancestrales. En su nombre, grupos como los Talibán, degradan a la mujer hasta convertirla en un objeto mientras niegan el conocimiento y limitan la libertad de expresión y opinión. Saben que esos valores hacen libres a las sociedades.Por eso el grito de libertad de Malala tiene que ser escuchado. El problema no es de religiones o de creencias. Es de defender la libertad y garantizar la igualdad de todas las personas tanto como sus derechos fundamentales. En pleno Siglo XXI nada justifica que se vea a la mujer como un ser inferior que no merece ser educada, y es castigada por mostrar su rostro o repudiada cuando han abusado de ella. O peor aún, que como en épocas medievales se le persiga hasta la muerte por defender con convicción sus creencias, como sucede con la niña paquistaní. El mundo tiene que garantizar sociedades libres, igualitarias, con acceso al conocimiento y oportunidades. En ese propósito no se puede permitir que la religión sea usada como instrumento de dominación o para justificar crímenes como el que pretende silenciar la voz de Malala.

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