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El fin de la Primavera

Es claro entonces que la Primavera Árabe en Egipto fracasó, primero por el dogmatismo de los radicales islámicos, y luego por la intolerancia y ambición de las fuerzas militares, que no se resignan a perder el poder acumulado durante la dictadura de Mubarak.

18 de enero de 2014 Por:

Es claro entonces que la Primavera Árabe en Egipto fracasó, primero por el dogmatismo de los radicales islámicos, y luego por la intolerancia y ambición de las fuerzas militares, que no se resignan a perder el poder acumulado durante la dictadura de Mubarak.

Aunque Egipto fue capaz de terminar con la dictadura casi vitalicia de Hosni Mubarak gracias al movimiento libertario de su juventud, la realidad muestra que aquel movimiento esperanzador no alcanzó su propósito de construir una sociedad libre y defensora de los derechos humanos.Los sentimientos religiosos de la mayoría del pueblo egipcio predominaron sobre los anhelos juveniles de realizar una revolución democrática, circunstancia que fue hábilmente utilizada por los Hermanos Musulmanes para hacerse con el poder y cambiar la Constitución por una que no representaba a la totalidad de la ciudadanía de ese país. El dogmatismo del elegido presidente Mohammad Mursi, imponiendo la ley islámica sobre la población, llevó a nuevas protesta y a su deposición por parte de los militares que contaron con apoyo popular.Así, la revuelta democrática de la Primavera Árabe concluyó en una dictadura militar. Los egipcios votaron un referendo para aprobar la nueva Constitución del país, y lo hicieron en buen número, aunque no en forma masiva como lo esperaban los militares. La nueva Constitución, aunque acepta la Sharia -ley islámica- como fuente de la legalidad, no la impone a la población. Y las fuerzas militares por fuera del control civil, hasta el punto de que el Ministro de Defensa no lo puede nombrar el presidente, sino que es seleccionado por los propios militares, y la justicia militar prevalece sobre la civil.Si bien la votación ha sido abundante y mayor a la que apoyó el referendo de Mursi, no se produjo en un clima de libertad. Para el New York Times, estuvo precedida “por el aplastamiento de protestas que dejaron más de 1000 personas muertas. El gobierno ha perseguido al partido de los Hermanos Musulmanes, arrestado sus líderes y criminalizado a sus integrantes. Además ha cerrado los medios de comunicación afectos a la Hermandad y arrestado a activistas laicos que han tratado de oponerse a la militarización”.Así, se ha pasado de un totalitarismo islámico a un totalitarismo militar. Triste destino de una lucha por una sociedad tolerante, libre y democrática, que se esperaba naciera de la Primavera Árabe. Ahora resurge una dictadura militar, esta vez legalizada por la votación en el referendo. Pero los datos hablan de que fue votado por el 55% de los electores, lo que indica que cerca de la mitad de la población no participó del proceso ni considera como una victoria la promulgación de la nueva Constitución.Es claro entonces que la Primavera Árabe en Egipto fracasó, primero por el dogmatismo de los radicales islámicos, y luego por la intolerancia y ambición de las fuerzas militares, que no se resignan a perder el poder acumulado durante la dictadura de Mubarak. Ahora, todo está listo para que el Ministro de Defensa y jefe del actual gobierno, Abdul El-Sisi, pueda presentarse como candidato a la Presidencia.Encontrar el equilibrio entre los sentimientos religiosos con los principios de la democracia sigue siendo el principal reto del pueblo egipcio y de los países árabes. Si eso no se logra será difícil detener el conteo de muertos.

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