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El enemigo que crece

Apareció el informe de la Organización de las Naciones Unidas sobre el crecimiento de los cultivos ilícitos en Colombia en el 2016. Sus resultados le recuerdan al país, a sus dirigentes públicos y a la opinión que allí está una de las peores amenazas para la convivencia, la seguridad, la estabilidad del Estado y la paz para nuestra Nación.

16 de julio de 2017 Por: Editorial .

Apareció el informe de la Organización de las Naciones Unidas sobre el crecimiento de los cultivos ilícitos en Colombia en el 2016. Sus resultados le recuerdan al país, a sus dirigentes públicos y a la opinión que allí está una de las peores amenazas para la convivencia, la seguridad, la estabilidad del Estado y la paz para nuestra Nación.

Según el informe de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, Undoc, los cultivos de coca pasaron de 96.000 a 146.000 hectáreas entre el año 2015 y el 2016. Además, el organismo afirma que “hay más coca en menos territorio”, lo que significa mayor productividad y mayor capacidad para elaborar cocaína. El 80% de los cultivos detectados se ubican en zonas que ya habían sido detectadas y fumigadas o habían sido objeto de erradicación en forma manual.

Al hacer un análisis, la Undoc afirma que en ese crecimiento han influido elementos como el considerar que ya no hay cultivos ilícitos sino cultivos de uso ilícito, lo que parece una autorización para la siembra de la coca; el que haya crecido la expectativa de recibir beneficios del Gobierno como contraprestación a la sustitución; y, por supuesto, el que haya aumentado la demanda y el consecuente valor de la hoja en los mercados.

Las explicaciones son amplias a lo largo del informe. Se destaca su estimativo de que la producción de cocaína subió a 866 toneladas métricas. Así mismo, el cultivo se concentra en tres departamentos de los cuales Nariño es el gran damnificado. También es relevante el daño que se le está causando a la región del Pacífico, afectada de siempre por el abandono, la pobreza y la falta de alternativas para el progreso de sus habitantes.

Hay pues un documento serio que demuestra hasta dónde está llegando el daño que el narcotráfico, empezando por los narcocultivos, le está causando a Colombia como Nación y como sociedad. Es una mancha que según la ONU destruye el ecosistema, que pervierte las costumbres, y destruye la biodiversidad y la cultura. Un enemigo que crece, y que ha tenido un impulso notorio en los últimos años.

Frente a esa amenaza, el Gobierno Nacional ha desplegado una nueva estrategia de persuasión que busca acercarse al cultivador para que abandone las siembras de coca. Además de un ministro para el posconflicto que haga la dirección de esos programas, al frente de la estrategia está el vicepresidente de la República, el general Óscar Naranjo, conocedor del problema y líder reconocido en la lucha contra el flagelo más grande de la sociedad colombiana.

No obstante, es imperativo ratificar la preocupación que genera ese crecimiento del narcotráfico, que se refleja en la violencia que padecen regiones como el Pacífico, desde el Chocó hasta la frontera con el Ecuador, pasando por Buenaventura. Ese es el combustible de la criminalidad que se vive en las ciudades, que destruye la convivencia y sólo deja desolación.

Por eso, así como se pide un nuevo enfoque mundial al tratamiento de las drogas ilícitas, también es necesario reclamar con urgencia las decisiones que detengan un fenómeno que amenaza el futuro de nuestra Nación.

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