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El diálogo y la farsa

"Antes que el inicio de un diálogo franco para superar la confrontación de una parte creciente de los venezolanos contra un gobierno que asfixia su economía, produce escasez y reprime la crítica con furia y de manera sistemática, lo que se produjo fue un calculado proceso para desviar la atención y señalar como culpables a los opositores".

15 de mayo de 2014 Por:

"Antes que el inicio de un diálogo franco para superar la confrontación de una parte creciente de los venezolanos contra un gobierno que asfixia su economía, produce escasez y reprime la crítica con furia y de manera sistemática, lo que se produjo fue un calculado proceso para desviar la atención y señalar como culpables a los opositores".

Contra lo que los amigos del régimen venezolano esperaban, el diálogo de éste con la oposición está hundido en la incertidumbre. Y mientras el presidente Nicolás Maduro dice que no abandonará la mesa de conversaciones donde los cancilleres de Colombia, Ecuador y Brasil son testigos, el aparato represivo continúa su marcha en Venezuela. El comienzo del supuesto diálogo fue apenas una fachada, en la que cayeron quienes en la Mesa de Unidad Democrática creyeron en la voluntad de rectificación del chavismo. Antes que el inicio de un diálogo franco para superar la confrontación de una parte creciente de los venezolanos contra un gobierno que asfixia su economía, produce escasez y reprime la crítica con furia y de manera sistemática, lo que se produjo fue un calculado proceso para desviar la atención y señalar como culpables a los opositores. Entre tanto, el régimen aumentó su estrategia de asfixiar cualquier cosa que signifique libertad: atacó los campamentos donde se concentran los estudiantes, sus más duros contradictores, metiendo a la cárcel a más de 200 personas; hizo que su brazo legal, los jueces, prolongaran la detención arbitraria de Leopoldo López, líder de la protesta, a la vez que revestía de legalidad el abuso cometido por el presidente de la Asamblea Nacional al ratificar el despojo de su investidura a María Corina Machado, valiente diputada que ha sido objeto de vejámenes; y continuó negándole a los periódicos que no comulgan con él el acceso a las divisas necesarias para comprar el papel, mientras se las otorga a chorros y subsidiadas a los medios adeptos.Pero no ha hecho nada por resolver la carencia de alimentos y suministros que padece la población venezolana y supera ya el 30% de los productos de primera necesidad. O para detener el desmonte de la industria privada y la producción de bienes y servicios, verdaderos motores del empleo y el abastecimiento en un país. Como no le interesa detener la espantada de las aerolíneas internacionales ni logra frenar la inflación que en el solo mes de abril llegó al 5,6% y destruye la capacidad de compra de los venezolanos. Esa parece ser su estrategia para aislar y eliminar en forma paulatina la libertad de decisión en su país, suplantándola por la dependencia asfixiante de las medidas del Estado. Eso es lo que vive Cuba hace 53 años, el comunismo en el cual el ciudadano queda a merced de un régimen en el cual no existe la independencia de poderes y el nacionalismo o el diálogo al estilo del que reclama el presidente Maduro son apenas caretas que ocultan los verdaderos propósitos de quienes tienen el poder en sus manos. Por eso hay que preguntar cuál es el papel que están desempeñando los cancilleres de Colombia, Ecuador y Brasil, que con su presencia legitiman la farsa que el Gobierno montó bajo el nombre de diálogo.Mientras tanto, América Latina parece anestesiada ante lo que ocurre en Venezuela. Y sus gobiernos, en especial los que reciben petróleo y favores a cambio de su silencio, pretenden convencer al mundo de que en Venezuela hay democracia.

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