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El destape brasilero

Descubrir ahora que el gobierno del “inmortal” Lula incurrió en las mismas prácticas que tanto se censuraron resulta una enorme decepción para los brasileros y aún para los latinoamericanos. Peor aún, cuando los casos de corrupción se presentaron durante su gobierno y nadie pareció prestar atención a las denuncias. ¿Fue el poder presidencial y el prestigio popular de Lula lo que permitió tapar aquellas anomalías?, se preguntan quienes se resisten a creer que el máximo jefe del PT no estuviera enterado de los sobornos millonarios y a gran escala que se presentaron en el Congreso.

6 de agosto de 2012 Por:

Descubrir ahora que el gobierno del “inmortal” Lula incurrió en las mismas prácticas que tanto se censuraron resulta una enorme decepción para los brasileros y aún para los latinoamericanos. Peor aún, cuando los casos de corrupción se presentaron durante su gobierno y nadie pareció prestar atención a las denuncias. ¿Fue el poder presidencial y el prestigio popular de Lula lo que permitió tapar aquellas anomalías?, se preguntan quienes se resisten a creer que el máximo jefe del PT no estuviera enterado de los sobornos millonarios y a gran escala que se presentaron en el Congreso.

Aunque abandonó la presidencia de la República con una favorabilidad del 80%, Luis Ignacio Lula de Silva podría perder la imagen de “salvador del Brasil”, de acuerdo con los resultados de lo que los medios de comunicación han llamado el juicio del siglo.En el banquillo de los acusados se sientan una serie de exfuncionarios del gobierno Lula y algunos dirigentes principales del PT, movimiento político del expresidente. El juicio es sobre un presunto mecanismo utilizado por el PT después de asumir su primer gobierno de la historia en 2003, para pagar ilegalmente a legisladores a cambio de apoyo en el Congreso. Según los investigadores, millones de dólares fueron desviados de presupuestos de publicidad y de empresas manejadas por el Estado.La “gran mesada” llaman a este expediente los brasileros, y se trata de corrupción rampante al más alto nivel del Estado. Aunque algunos simpatizantes del PT aducen que cosas peores se hicieron en el pasado, lo cierto es que una de las razones para la elección de Lula era la de acabar con lo que parecía una endémica corrupción de la clase política del Brasil.Y si bien es cierto que los políticos brasileros acuñaron una frase que revela toda su inmoralidad, “ a mis amigos los rodearé de garantías, a los demás les aplicaré estrictamente la ley”, con lo que se saqueó al país durante décadas, la elección de un gobernante de tendencias centro-izquierdistas, proveniente del mundo laboral, fue decisión de una ciudadanía hastiada de la corrupción.Descubrir ahora que el gobierno del “inmortal” Lula incurrió en las mismas prácticas que tanto se censuraron resulta una enorme decepción para los brasileros y aún para los latinoamericanos. Peor aún, cuando los casos de corrupción se presentaron durante su gobierno y nadie pareció prestar atención a las denuncias. ¿Fue el poder presidencial y el prestigio popular de Lula lo que permitió tapar aquellas anomalías?, se preguntan quienes se resisten a creer que el máximo jefe del PT no estuviera enterado de los sobornos millonarios y a gran escala que se presentaron en el Congreso.Aunque Lula no está acusado sí lo están sus hombres de confianza. Entre los 38 están el exministro de la Presidencia de Lula, José Dirceu, el extesorero y el expresidente del PT, Delúbio Soares y José Genoino respectivamente. Por la especial cercanía entre Dirceu y Lula, parece poco creíble que el entonces Presidente no estuviera enterado de las oscuras maniobras.Lula mismo ha sido contradictorio al respecto. Ha negado conocer un esquema de compra de votos bajo su gobierno y ninguna prueba lo contradice. Cuando surgió el escándalo, dijo sentirse “traicionado” y que el PT debía “pedir disculpas”. Pero tras ser reelecto en 2006, aludió al caso como una “farsa” contra su gobierno, una manera de exculpar a los culpables.Por ahora la opinión pública brasilera está en vilo y el gobierno de su sucesora, que también ha debido despedir varios ministros por corruptos, aguarda los efectos que una condena podrá tener en su gobernabilidad. Como se aprecia, los “efectos teflón” no duran para siempre.

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