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El desafío de la ilegalidad

Ese imperio de la ilegalidad no es nuevo. Y ha sido impulsado durante años por la resistencia de las sucesivas administraciones municipales a tomar decisiones para impedir que crezca, amparados, claro está, en el falso discurso de apoyar a los más necesitados. Lo que han logrado es crear una zona de peligrosidad extrema a la cual tienen que dedicarse 1.100 policías para tratar de desarticular las bandas criminales o de limpiar lo que, por los servicios que presta a la ciudadanía, debería ser un lugar ordenado y seguro para compradores y vendedores.

2 de agosto de 2012 Por:

Ese imperio de la ilegalidad no es nuevo. Y ha sido impulsado durante años por la resistencia de las sucesivas administraciones municipales a tomar decisiones para impedir que crezca, amparados, claro está, en el falso discurso de apoyar a los más necesitados. Lo que han logrado es crear una zona de peligrosidad extrema a la cual tienen que dedicarse 1.100 policías para tratar de desarticular las bandas criminales o de limpiar lo que, por los servicios que presta a la ciudadanía, debería ser un lugar ordenado y seguro para compradores y vendedores.

El pasado lunes, las autoridades municipales y la Policía Metropolitana realizaron una intervención relámpago en la galería de Santa Elena y sus alrededores. El resultado permitió conocer todo lo que se ha incubado en una zona a causa de la ausencia permanente del Estado y de la negativa a actuar para extirpar un tumor creado por la mezcla de ilegalidad, tolerancia y subdesarrollo. Más de 20 capturas, miles de gramos de drogas ilícitas, decenas de armas de fuego, invasión del espacio público y la existencia de un ambiente tenebroso y temible aún para la Policía, fue lo que se encontraron en una zona denominada “el planchón”. Allí, en medio de la mugre y de organizaciones dedicadas a extorsionar a quienes buscan vender sus productos, se descubrió el mundo oscuro que se vive en una galería alrededor de la cual se agrupa una porción importante de los negocios que surten de alimentos al resto de la ciudad.Ante su importancia, allí debería estar la autoridad, protegiendo a los negocios lícitos y procurando un orden mínimo, toda vez que su calle principal es vital para la comunicación entre el norte y el sur de la capital vallecaucana. Por el contrario, lo que el ciudadano se encuentra al adentrarse en ese espacio es un mundo extraño, regido por el caos. Que es aprovechado por los comerciantes que no quieren pagar impuestos o quienes venden productos alimenticios en condiciones que atentan contra la salubridad pública. Muchos de ellos prefieren pagar la extorsión de bandas detectadas y combatidas, a trabajar de la mano de las autoridades legítimas, claro está, cumpliendo con sus obligaciones. Ese imperio de la ilegalidad no es nuevo. Y ha sido impulsado durante años por la resistencia de las sucesivas administraciones municipales a tomar decisiones para impedir que crezca, amparados, claro está, en el falso discurso de apoyar a los más necesitados. Lo que han logrado es crear una zona de peligrosidad extrema a la cual tienen que dedicarse 1.100 policías para tratar de desarticular las bandas criminales o de limpiar lo que, por los servicios que presta a la ciudadanía, debería ser un lugar ordenado y seguro para compradores y vendedores.Sin duda, lo realizado el lunes es una noticia positiva para Cali, porque indica la voluntad de combatir ese hueco negro que significa la galería de Santa Elena y sus alrededores, donde no impera la ley y sus vecinos padecen la amenaza de los delincuentes. Pero infortunadamente hay que reconocer que el operativo no resolverá el problema y cuando los policías salgan, las cosas volverán a ser como antes. Salvo que la administración del alcalde Rodrigo Guerrero tome la decisión de extirpar ese tumor que sus antecesores dejaron crecer ante los ojos de todo el mundo.Es el momento entonces de aplicar los correctivos para erradicar el sórdido mundo de ilegalidad y atraso que invade a Santa Elena. De recuperar un espacio público vital para toda la ciudad y que hoy es una amenaza para la salud, la integridad y la tranquilidad de los caleños. Ellos agradecerán que sus autoridades actúen pensando en el bien de la ciudad.

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