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El desafío de Francia

En medio de la expectativa por los resultados, los franceses elegirán el próximo domingo a su nuevo presidente, entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen.

2 de mayo de 2017 Por: Andrés Martínez

En medio de la expectativa por los resultados, los franceses elegirán el próximo domingo a su nuevo presidente, entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Aunque los sondeos previos favorecen a Macron, el candidato líder del partido independiente En Marcha, ganador de la primera vuelta, no las tiene todas consigo.

En el imaginario político francés había una consigna que señalaba que cuando hubiese un riesgo de que la extrema derecha se tomara el poder, los partidos de derecha e izquierda se unirían. Eso sucedió en el pasado cuando Jacques Chirac disputó la segunda vuelta con Jean-Marie Le Pen, el padre de la actual candidata.

No obstante, esa situación ya no es tan clara si se tiene en cuenta que para vencer a la candidata nacional-populista, Macron deberá convencer a un amplio electorado, concentrado en las capas más pobres de las grandes ciudades y los habitantes de las zonas rurales, que no le dieron su voto en la primera vuelta: un 40% de los obreros votaron por Le Pen y sólo el 13% por Macron.

Esa es la imagen de su rival que ha querido explotar la candidata del Frente Nacional: un banquero sin mayor experiencia en los asuntos públicos, más allá de haber sido ministro protegido del presidente Hollande. Además, poco conectado con las necesidades y urgencias del pueblo galo.

Hoy Francia muestra un escenario político confuso, con los dos partidos tradicionales al margen y espectadores de la lucha entre un aspirante presidencial ‘outsider’ y una candidata de la ultraderecha. Las distancias entre ellos se han estrechado desde el 23 de abril, cuando se dio la primera vuelta. Una encuesta que hace una semana daba 63% de votos a Macron y 37% a Le Pen, los muestra ahora con 59% y 41% respectivamente, muy lejos de aquel 82% con el que Chirac derrotó a Le Pen padre en la segunda vuelta del 2002.

Algunos analistas consideran que cualquiera sea el resultado, Marine Le Pen y su partido ya son triunfadores. Ha calado su discurso nacionalista, de rechazo a los inmigrantes, de crear una Francia eterna y de luchar contra la oligarquía que se nutre de los dineros de las clases medias y pobres.

Por su parte, en caso de triunfar Macron será el presidente más joven de Francia. Garantizaría de paso la continuidad de la Unión Europea, aumentaría su peso en la alianza y afianzaría el papel de su país como la principal potencia militar de la UE por ser la única con armamento nuclear. Pero está claro que es un líder sin partido que deberá lograr un resultado amplio que le permita gobernar.

Y de triunfar, deberá revisar las políticas migratorias, romper el muro que margina a los musulmanes que viven en Francia y acometer una política para mejorar los ingresos de los más pobres. Por supuesto, una gran parte de la Europa unionista respirará aliviada, pero serán muy grandes los retos para mantener esa alianza, en la que pesa demasiado el poder de Alemania.

Para Occidente, estas elecciones son cruciales pues mostrarán si uno de los adalides del mundo democrático sucumbirá al proyecto populista, incentivado por el ocaso de la política tradicional.

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