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El debate democrático

"Es de especial importancia que se haga un esfuerzo tanto del Gobierno como de la oposición para el debate que se avecina, en el cual deberá aclararse con suficiencia lo que se ha acordado en La Habana. Esa es la manera democrática de resolver las diferencias, en especial, cuando se trata de un asunto tan trascendental como la terminación del conflicto con las Farc".

27 de septiembre de 2015 Por:

"Es de especial importancia que se haga un esfuerzo tanto del Gobierno como de la oposición para el debate que se avecina, en el cual deberá aclararse con suficiencia lo que se ha acordado en La Habana. Esa es la manera democrática de resolver las diferencias, en especial, cuando se trata de un asunto tan trascendental como la terminación del conflicto con las Farc".

Luego del acuerdo logrado en La Habana sobre la justicia que será aplicada a los integrantes de las Farc, al proceso de paz le quedan seis meses para terminar en el acuerdo general. Seguirá entonces la etapa de refrendación que consulte a los colombianos sobre su aceptación o no de lo acordado. Pero en el intermedio, es decir en los seis meses que fijaron como plazo el presidente Juan Manuel Santos y el jefe máximo de las Farc, alias Timoshenko, la gran tarea será construir el consenso nacional alrededor de lo acordado. En especial, al Gobierno Nacional le corresponde propiciar el espacio en el cual se pueda dar el debate democrático que requiere la sanción y puesta en marcha del acuerdo final. El esfuerzo realizado por el Gobierno y su equipo negociador ha sido largo y desgastante. Más de tres años de conversaciones han terminado por generar una polarización dura y difícil con el Centro Democrático y un amplio sector de la opinión pública que no están de acuerdo con lo que se ha acordado, y que rechaza la actitud beligerante y retadora de las Farc en las negociaciones. Esa oposición no es extraña en una democracia, y no debe ser satanizada, así sea radical. Pero ella tampoco puede llegar a los extremos de la intolerancia y el desconocimiento de un proceso de negociación que si bien es polémico por su naturaleza de realizarse con uno de los factores de violencia más terribles en la historia de Colombia, no puede ser descalificado. Lo que está claro es que con él puede terminarse la etapa más larga y sangrienta de nuestra Nación.Por eso es de especial importancia que se haga un esfuerzo tanto del Gobierno como de la oposición para el debate que se avecina, en el cual deberá aclararse con suficiencia lo que se ha acordado en La Habana. Esa es la manera democrática de resolver las diferencias, en especial, cuando se trata de un asunto tan trascendental como la terminación del conflicto con las Farc.Hace unas semanas se presentaron al Congreso de la República dos proyectos de reforma constitucional: el uno referido a los cambios que se requieren para dar aplicación al hipotético acuerdo final. El otro, sobre un plebiscito que se supone será el mecanismo para consultar a los colombianos si aprueban o no lo negociado.Eso temas son los que deben tener un espacio para la reflexión, y no pueden ser objeto de imposiciones, de descalificaciones y radicalismos extremos. Lo que está en discusión es la posibilidad de terminar una parte importante de la violencia a través de la democracia. Sería imperdonable que se le dé juego a la estrategia de dividir a la sociedad para lograr triunfos pírricos que sólo benefician a quienes, como las Farc, usan el terror para supuestamente hacer política. Aunque en La Habana se alcanzó un acuerdo sobre la Justicia que será aplicada a las Farc, y se espera llegar en breve al acuerdo final, aún falta una etapa difícil, la decisión de los colombianos de aprobarlos o desaprobarlos. Para ello es necesario mantener el debate con el espíritu de cordura necesario para que supere las radicalizaciones y le sea útil a la Nación.

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