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El costo del divorcio

Entre tanto, el pulso en Londres tanto de poderes como político, le agrega un capítulo impensable de suspenso a la obra. Aunque el final esté escrito: adiós del Reino Unido a la UE. Ese mismo que sus súbditos comenzarán a pagar, ya se sabrá cuándo, en libras esterlinas, en cuotas sociales, en dificultades a causa de la separación.

7 de noviembre de 2016 Por:

Entre tanto, el pulso en Londres tanto de poderes como político, le agrega un capítulo impensable de suspenso a la obra. Aunque el final esté escrito: adiós del Reino Unido a la UE. Ese mismo que sus súbditos comenzarán a pagar, ya se sabrá cuándo, en libras esterlinas, en cuotas sociales, en dificultades a causa de la separación.

Luego de que los británicos aprobaran el 23 de junio pasado su salida de la Unión Europea, la libra esterlina ha caído un 7% frente al euro. Ese es, por ahora, el efecto más sensible del llamado Brexit. Claro está, aún es prematuro saber cuáles serán los otros alcances de esa decisión, cuando aún falta que el divorcio se protocolice y entre en vigencia. Ese es el debate que sacude al Reino Unido, luego de la sentencia del Tribunal Superior de Londres de declarar inconstitucional que el Gobierno de la primera ministra Theresa May pretenda la salida de la UE sin consultar de manera previa al Parlamento. May invoca el artículo 50 del Tratado de Lisboa para decir adiós de una vez por todas a sus antiguos socios. Pero los togados han dicho que la activación de ese punto en concreto corresponde no al ejecutivo sino al legislativo. A simple vista, es cuestión de procedimiento. Además, si la última palabra sobre el Brexit la tiene el Parlamento, las cosas no tendrían por qué cambiar con respecto al referendo porque, si bien la mayoría de sus miembros fueron partidarios de la permanencia en la UE, deben aceptar la voluntad de sus electores. ¿Estarían dispuestos ellos ahora a jugarse el capital político, votando en contravía de casi 17 millones de sufragantes? En cambio, lo que sí está claro es que la sentencia ya genera efectos que complican la intención de May de una salida a pleno vapor en marzo próximo. Aunque queda la apelación, todo indica que será la Corte Suprema la que diga la última palabra. La satanización (“traidores”, les han dicho) de que han sido objeto los tres autores del fallo por los euroescépticos, incluidos sectores del gobierno, y las amenazas de muerte proferidas contra quien instauró la demanda, la activista Gina Miller (guyanesa de nacimiento, para más señas) pueden incidir en la balanza de la Corte. De ratificarse la sentencia, May deberá presentar un proyecto de ley, el cual debe surtir un largo trámite, que, en el mejor de los casos para ella y los partidarios del Brexit, postergaría la salida un año largo. Será a finales del 2018 o comienzos del 2019, casi a las puertas de nuevas elecciones, previstas en 2020. Si así es, la agenda de todos los sectores políticos estará marcada por el Brexit. Y será gran elector de esa campaña, con todas sus consecuencias.En un escenario tal, habría intentos de los europeístas por suavizar la salida frente a los partidarios de una estampida, comenzando por May. Pero existirá un hecho contundente: el Reino Unido ya decidió su partida de la UE y así lo hará. Lo dijo la primera Ministra al conocer el fallo, a Ángela Merkel y al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Entre tanto, el pulso en Londres tanto de poderes como político, le agrega un capítulo impensable de suspenso a la obra. Aunque el final esté escrito: adiós del Reino Unido a la UE. Ese mismo que sus súbditos comenzarán a pagar, ya se sabrá cuándo, en libras esterlinas, en cuotas sociales, en dificultades a causa de la separación. Entonces se conocerá la verdad sobre el costo del Brexit.

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