El pais
SUSCRÍBETE

El costo de la intolerancia

"...es el resultado del triste momento que viven Cali y otras ciudades de Colombia, donde las autoridades no parecen encontrar la forma de detener las tragedias que producen la mezcla de intolerancia y desconocimiento de las normas más elementales para convivir de manera pacífica".

4 de marzo de 2011 Por:

"...es el resultado del triste momento que viven Cali y otras ciudades de Colombia, donde las autoridades no parecen encontrar la forma de detener las tragedias que producen la mezcla de intolerancia y desconocimiento de las normas más elementales para convivir de manera pacífica".

El pasado martes, un grupo de estudiantes pertenecientes a tres colegios de la ciudad desarrollaron una intensa pedrea en el Centro Administrativo Municipal, en lo que sería una protesta contra la Policía Metropolitana por sus actuaciones contra actos vandálicos protagonizados la semana anterior por más de cien estudiantes de dos de esos planteles. A la misma hora, una pedrea similar fue desatada en cercanías de la Universidad del Valle, obligando a la intervención del Escuadrón Antidisturbios de la entidad policial. El resultado fue la detención de 21 menores de edad, y la conminación a sus padres, quienes deberán pagar los daños causados en el CAM. Al día siguiente, se anunció la instalación de cámaras de video en los alrededores de los colegios, para detectar las visitas indeseables y la presencia de vendedores de drogas ilícitas. Así mismo, el alcalde Jorge Iván Ospina recomendó a los padres de familia de la ciudad que controlen el acceso a Inernet de sus hijos, ya que por ahí se producen las citaciones para las batallas que con frecuencia tienen lugar en inmediaciones del Colegio de Santa Librada.Veinte muertes violentas el pasado fin de semana, muchas de ellas producidas por riñas donde está presente el alcohol, o ajustes de cuentas entre delincuentes o entre personas que no parecen conocer métodos distintos a la violencia para resolver los conflictos normales en una comunidad. Ese es el resultado del triste momento que viven Cali y otras ciudades de Colombia, donde las autoridades no parecen encontrar la forma de detener las tragedias que producen la mezcla de intolerancia y desconocimiento de las normas más elementales para convivir de manera pacífica.Se preguntará cuál es la razón que lleva a citar los asesinatos en la misma nota en que se habla de los desmanes protagonizados por menores de edad o estudiantes universitarios. La respuesta está en que ambas son manifestaciones que destruyen la tranquilidad de una comunidad de dos millones de personas deseosas de vivir en paz. Y en que esos comportamientos de los menores asoman en muchos casos la intención de desconocer las normas creadas para la convivencia, para, supuestamente, ejercer el derecho a la protesta social.Y se llega a otra inquietud: ¿tales comportamientos, lesivos de los derechos colectivos y de la tranquilidad ciudadana, se impedirán aplicando sólo medidas como la instalación de cámaras, o el cobro a los padres de familia de los daños causados por sus hijos? ¿Acaso ya no hay nada más que hacer que controlar el acceso a Facebook y las demás redes sociales, para impedir las citas donde los jóvenes arriesgan su integridad y destrozan lugares públicos?Cuando se presentan esos hechos entre los jóvenes, no es difícil ver en ellos los antecedentes de los homicidios que azotan a Cali, causados por la ausencia de la formación en valores y por la prevalencia de conductas en las cuales no cuenta la autoridad. Es el mundo donde sólo vale la fuerza que destruye a la sociedad, en tanto sus gobernantes apenas encuentran en la represión la forma de imponer un orden precario al caos que genera la intolerancia.

AHORA EN Editorial