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El Amazonas es de todos

"Aunque debía ser un propósito universal, la conservación del Amazonas depende hoy sobre todo de las decisiones que tomen los gobiernos que comparten la cuenca. Así mismo de su capacidad para no permitir que continúen arrasándose los 30.000 kilómetros cuadrados de selva que se deforestan cada año y de la autoridad que se ejerza para controlar actividades como la minería, la ganadería, la siembra de cultivos ilícitos y la explotación maderera, entre otros".

14 de junio de 2014 Por:

"Aunque debía ser un propósito universal, la conservación del Amazonas depende hoy sobre todo de las decisiones que tomen los gobiernos que comparten la cuenca. Así mismo de su capacidad para no permitir que continúen arrasándose los 30.000 kilómetros cuadrados de selva que se deforestan cada año y de la autoridad que se ejerza para controlar actividades como la minería, la ganadería, la siembra de cultivos ilícitos y la explotación maderera, entre otros".

La posibilidad de reducir los efectos del cambio climático sobre el planeta y que la humanidad se adapte a ellos para sobrevivir, depende de la conservación de la cuenca Amazónica. De ahí la importancia del trabajo coordinado entre los países que comparten la gran selva tropical del mundo, para detener su deterioro.Para las seis organizaciones de igual número de naciones que conforman desde 1996 la Red Amazónica de Información Socioambiental, no es una exageración decir que la vida de la Tierra depende de esos 7,05 millones de kilómetros cuadrados de selva. Como lo afirma Martin von Hidelbran, representante de la ONG colombiana Gaia Amazonas, “si no los protegemos, el mundo no podrá adaptarse al cambio climático”.Aunque debía ser un propósito universal, su conservación depende hoy sobre todo de las decisiones que tomen los gobiernos que comparten la cuenca. Así mismo de su capacidad para no permitir que continúen arrasándose los 30.000 kilómetros cuadrados de selva que se deforestan cada año y de la autoridad que se ejerza para controlar actividades como la minería, la ganadería, la siembra de cultivos ilícitos y la explotación maderera, entre otros.La Red Amazónica, que representa a Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil y Venezuela, presentó hace pocas semanas el mapa completo que muestra kilómetro a kilómetro el estado actual del Amazonas y las amenazas a las que se enfrenta en cada nación. Más que un documento de referencia se espera que sea la herramienta para adoptar o adaptar las políticas públicas que permitan detener el deterioro y comenzar la recuperación de la cuenca. En otras palabras, que se ejerza la gobernabilidad que demanda el pulmón del mundo. Un compromiso en el que se debe reconocer vienen trabajando los países amazónicos, como lo ha hecho Colombia al ampliar la zona de reserva del parque natural de Chiribiquete así como al restringir la explotación minera en la región. Brasil, por ejemplo, es hoy el líder mundial en reducción de gas carbono gracias a que las medidas para detener la deforestación le han permitido evitar que 3,2 millones de toneladas de ese gas contaminante lleguen a la atmósfera.Si bien el compromiso debía ser un propósito de la comunidad internacional, se ha demostrado que el interés sobre la preservación del Amazonas es mínimo. El fracaso de la propuesta de Ecuador para que pagaran para que no se explotaran las reservas de petróleo en la reserva Yasuní los países, en especial los que emiten mayor carga de gases de efecto invernadero, lo prueba. Por eso es mayor la responsabilidad de las naciones amazónicas, de quienes depende casi de manera solitaria la tarea de conservar la salud ambiental de la cuenca y desde ella la del Planeta. Para lo cual, como lo piden quienes buscan la forma de salvar el Amazonas, se necesita entender que es una gran y única región donde las fronteras políticas son intrascendentes, que es necesario fortalecer la institucionalidad y que los esfuerzos serán insuficientes si los gobiernos no toman decisiones conjuntas y valerosas para detener la destrucción.

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