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Educación o corrupción

"Es tiempo de hacer un alto y garantizar una educación que no sea foco de escándalos sino que les sirva a todos: a los estudiantes, a las familias y a las comunidades. Y que cuente con instituciones sólidas y coherentes que eviten la vergonzosa y destructiva danza de la corrupción y el clientelismo".

5 de abril de 2016 Por:

"Es tiempo de hacer un alto y garantizar una educación que no sea foco de escándalos sino que les sirva a todos: a los estudiantes, a las familias y a las comunidades. Y que cuente con instituciones sólidas y coherentes que eviten la vergonzosa y destructiva danza de la corrupción y el clientelismo".

Muy poco le sirve a Colombia que los recursos para la educación sean los más altos en décadas, si se permite que sean presa del clientelismo y la corrupción. Esos son los males a perseguir si se pretende formar ciudadanos en el conocimiento y como mejores seres humanos.Luego de muchos años, el presupuesto destinado a la educación supera al de Defensa. Así se ha reconocido que invertir un mayor porcentaje de los dineros públicos en la enseñanza es mucho más rentable, sano y necesario, más si se pretende pasar de ser un país en conflicto a uno de oportunidades para todos.El problema es que esa intención se pierde al saber el camino que toman gran parte de esos recursos. La semana pasada no fue la primera vez que se escuchó hablar de estudiantes y profesores fantasma. Son infinitas las denuncias sobre alumnos que aparecen matriculados pero nunca han asistido a las aulas, o de maestros que cobran su salario pero no se les ha visto en colegio alguno.Cinco años atrás el escándalo fueron los 40.600 estudiantes matriculados e inexistentes en Buenaventura, equivalentes al 36% de quienes recibían el apoyo del presupuesto público. Tan grave fue el asunto que ha mandado a tres alcaldes a la cárcel. Ahora son los 9.125 que no aparecen en Cali, a los que se suman 260 profesores, en un suceso que exige claridad para impedir la trampa que se planeó con los recursos destinados a ampliación de cobertura en la capital del Valle, por la que dos concejales de la ciudad terminaron en prisión.Más grave aún es que lo de los alumnos y maestros fantasma es apenas una de las modalidades con las que se esquilma el erario educativo. Con indignación el país vio la semana anterior la pantomima que se hacía con los desayunos escolares en un colegio de Aguachica, Cesar, y cómo al final los niños recibían una ración miserable de alimentos. Otra historia que ya se ha escuchado y que se repite en muchas partes del país.No hay que hacer un análisis profundo para saber que es la corrupción la que se infiltró en el sistema nacional de educación, cohonestada por funcionarios de todos los niveles con el poder de decidir cómo se manejan los recursos asignados a municipios y departamentos. Pero tampoco se puede desconocer que existen problemas que impiden la sistematización fiel de la información y abren el espacio para que los dineros públicos se pierdan o terminen en manos del clientelismo.El resultado de esa ausencia de coordinación y control recae en municipios, departamentos y en el propio Ministerio. Y repercute en la calidad de la educación pública que no está cumpliendo con su labor de formar ciudadanos de bien, que puedan ser parte de una sociedad. Frente a tal situación, no es hora de seguir descubriendo los hechos ni amenazando, sino de evitar que ello suceda.Es tiempo de hacer un alto y garantizar una educación que no sea foco de escándalos sino que les sirva a todos: a los estudiantes, a las familias y a las comunidades. Y que cuente con instituciones sólidas y coherentes que eviten la vergonzosa y destructiva danza de la corrupción y el clientelismo.

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