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Ecos de un delito

Resulta positivo que la condena de Coulson ponga en evidencia a quienes utilizan la libertad de expresión como un medio para enriquecerse o para adquirir poder. Pero no debe quedar duda: la libertad de expresión depende siempre de principios éticos y morales que hacen de los medios defensores de la sociedad y sus principios.

30 de junio de 2014 Por:

Resulta positivo que la condena de Coulson ponga en evidencia a quienes utilizan la libertad de expresión como un medio para enriquecerse o para adquirir poder. Pero no debe quedar duda: la libertad de expresión depende siempre de principios éticos y morales que hacen de los medios defensores de la sociedad y sus principios.

Andy Coulson, exportavoz del primer ministro británico David Cameron, fue declarado culpable por un Tribunal londinense, acusado en el escándalo de las escuchas telefónicas ilegales llevadas a cabo por el diario News of the World.El veredicto guió de nuevo la atención hacia Cameron, quien lo contrató como asesor de comunicaciones para su partido y tras su victoria en las elecciones de 2010 lo llevó consigo a Downing Street, sólo semanas después de que debiera abandonar la dirección del centenario periódico que posteriormente fue clausurado a causa del escándalo. Es la consecuencia política de un error por el que Cameron se disculpó, pero que volvió a colocar en primer plano las inquietudes que rondan a los medios de comunicación cuando se considera las noticias como una mercancía más que se transa. O cuando asumen que el periodismo autoriza para violar la intimidad de la gente mediante escuchas ilegales y la complicidad de las autoridades.Ahora, varios años después, la condena de Coulsosn pone en el centro de las noticias al Premier y de quien se sospecha que estaba sabía de los métodos ilegales con los que News of the World, propiedad del magnate Rupert Murdoch, conseguía sus primicias.Para sectores académicos, el asunto se refiere también a la idea de fijar los límites a la libertad de prensa. Cameron ha sido censurado por proponer una especie de comité de entidades independientes que se encargue de esta tarea. Para muchos se trata de una actitud cínica, pues él conocía de las aguas turbias en las que navega el imperio de Murdoch.Varios directores de medios británicos han defendido la idea de la “auto regulación”, que parece la ideal, pero que en muchas ocasiones se ve enturbiada por la combinación de dinero, política y negocios, como sucede en el caso del conglomerado de Murdoch. En su momento, el escritor mejicano Carlos Fuentes afirmó el caso de este revela las complicidades del poder con el dinero. Desde su perspectiva, el magnate de los medios, “con filiaciones ideológicas por demás contradictorias”, respaldó al “Singapur del déspota Lee Kuang Yew como ‘democracia perfecta’ e impidió toda crítica al régimen dictatorial de Pekín”. Bill Keller, editor en jefe del New York Times (NYT), señaló al respecto que el Departamento de Justicia de su país investiga si Murdoch incumplió o no la legislación vigente (Foreign Corrupt Practices Act) cuando periodistas pagaron a policías británicos para obtener información. No obstante, su mayor preocupación se refiere a las posibles consecuencias que este incidente pudiera tener en naciones en donde la libertad de expresión es precaria. O en aquellas en donde una prensa crítica al estilo de su diario The Guardian en Reino Unido, no son toleradas. Él defiende la auto regulación, aunque no desconoce el efecto pernicioso de la combinación entre poder, dinero y negocios.Resulta positivo que la condena de Coulson ponga en evidencia a quienes utilizan la libertad de expresión como un medio para enriquecerse o para adquirir poder. Pero no debe quedar duda: la libertad de expresión depende siempre de principios éticos y morales que hacen de los medios defensores de la sociedad y sus principios.

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