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Días de reflexión

Lo más preocupante para naciones como la nuestra es que el modelo de los Estados Unidos se haya dispersado por el vecindario. Así, parece inexplicable que en un país con los índices de homicidios de Colombia se defienda el armamentismo con el mismo argumento de defender a los buenos de los malos.

21 de diciembre de 2012 Por:

Lo más preocupante para naciones como la nuestra es que el modelo de los Estados Unidos se haya dispersado por el vecindario. Así, parece inexplicable que en un país con los índices de homicidios de Colombia se defienda el armamentismo con el mismo argumento de defender a los buenos de los malos.

Luego del shock que produjo la última matanza en la escuela Sandy Hook, en Newtown, los dirigentes y la misma sociedad de los Estados Unidos parecen reaccionar ante el ya inocultable perjuicio social que causa el aferrarse al viejo dogma que permite y a veces obliga a portar armas. Es el momento para la actuación encabezada por el presidente Barack Obama y su gobierno contra una especie de creencia que debe ser revaluada para evitar las frecuentes masacres de personas inermes.Por raro que parezca, el día en que se celebraban los funerales de los 20 niños y niñas y los seis adultos asesinados por un perturbado mental, se dispararon literalmente las ventas de fusiles similares a los usados por el homicida. Y como ha ocurrido en otras masacres, la gente corre a los sitios donde venden las armas. Es como si el concepto de defensa personal establecido en la Constitución de 1791 diera paso a una especie de histeria colectiva que lleva a pensar que la garantía de supervivencia proviene de las armas personales y no de la actuación y el control de las autoridades. Esa es la gran diferencia que tiene la sociedad estadounidense con sus similares en Europa e incluso con su vecina Canadá. De allí se desprende la enorme desigualdad entre el número de homicidios y hechos de sangre causados mediante armas de fuego. Mientras el individualismo exacerbado se mezcla con el afán de lucro y la necesidad de estar preparado para un ataque, en las naciones de similares estándares de vida se concentra el esfuerzo en aumentar las medidas para impedir el armamentismo y en fortalecer las autoridades judiciales y de policía para actuar y prevenir los crímenes que se originan en conductas antisociales como las que están detrás de las masacres. Lo más preocupante para naciones como la nuestra es que el modelo de los Estados Unidos se haya dispersado por el vecindario. Así, parece inexplicable que en un país con los índices de homicidios de Colombia se defienda el armamentismo con el mismo argumento de defender a los buenos de los malos. O que México y Centroamérica padezcan las secuelas de una libertad que fortalece con armas de todo calibre a las poderosas organizaciones criminales y les brinda la posibilidad de desafiar a las autoridades legítimas. Semejantes riesgos son los que ahora parecen remover la conciencia colectiva de los Estados Unidos, al punto en que la misma Asociación del Rifle, poderosa organización que financia la defensa del armamentismo individual, empiece a proponer controles. Y que el Gobierno de Obama anuncie medidas de todo tipo, en tanto varios Estados toman decisiones para acabar con esa libertad que, mezclada con los crecientes problemas sociales y mentales, se han convertido en peligros que acechan a los niños, a los adultos y a los ancianos en escuelas, universidades, lugares de culto, cuando no en la calle.Ojalá, el momento sea aprovechado en los Estados Unidos para rectificar un error que causa desastres y llena de luto su sociedad. Y que aquí podamos imitar una decisión que si duda servirá para derrotar el armamentismo que azota a los colombianos.

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