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Decisión necesaria

Ante la amenaza que para la sociedad representan las barras bravas, la División Mayor del Fútbol Colombiano ha propuestos a sus afiliados crear medidas para separar los clubes de esa nefasta asociación. Esa es una medida inaplazable si se quiere acabar con la violencia en los estadios y fuera de ellos, y si existe el interés por recuperar al verdadero aficionado y al hincha que quiere su equipo sin necesidad de destruir a los rivales.

23 de mayo de 2017 Por: Editorial .

Ante la amenaza que para la sociedad representan las barras bravas, la División Mayor del Fútbol Colombiano ha propuestos a sus afiliados crear medidas para separar los clubes de esa nefasta asociación. Esa es una medida inaplazable si se quiere acabar con la violencia en los estadios y fuera de ellos, y si existe el interés por recuperar al verdadero aficionado y al hincha que quiere su equipo sin necesidad de destruir a los rivales.

El fútbol es ante todo un deporte que convoca millones de seguidores en todo el planeta, ahora incrementados por la televisión y los desarrollos de las comunicaciones audiovisuales. Con él se ha logrado una sana emulación, además de ayudar a generar sentido de pertenencia y de solidaridad en un mundo en el cual aumenta la soledad y las condiciones de vida son difíciles.

Pero en algunas partes como Europa ese derecho a asociarse desbordó los parámetros y se constituyó en amenaza social. Por eso, y después de varias tragedias colectivas, las autoridades del Viejo Mundo y los dirigentes del balompié cambiaron su mentalidad, redujeron la tolerancia y obligaron a los aficionados a modificar su comportamiento so pena de recibir castigos severos que se extienden a los equipos.

Caso distinto está sucediendo en Colombia. No obstante que aquí se han emitido leyes y decretos nacionales que establecen sanciones, para las barras bravas y para no pocos de los dirigentes parecen ser letra muerta. Y los gobiernos municipales como el de Cali se empeñan en tratar lo que ahora llaman ‘barrismo’ como un fenómeno social que debe recibir un tratamiento acorde con un enfoque comprensivo y en no pocas ocasiones tolerante.

La amenaza sigue y por momentos los jefes de esas organizaciones que en algunos casos rozan las conductas delictivas se toman atributos como vetar la realización de un partido en el estadio Pascual Guerrero entre equipos que no son de Cali. Y las más de las veces ocasionan enfrentamientos que dejan muertos y heridos en los estadios, en las calles y en las carreteras del país. Así, las banderas de los equipos se convierten en una especie de autorización para atacar a los ciudadanos y causar zozobra.

Por eso es importante la iniciativa de la Dimayor. En ella se propone sancionar a los clubes que de cualquier manera apoyen esas organizaciones con entradas o que les otorguen incentivos económicos o logísticos. Por primera vez, se trata de que los directivos asuman la responsabilidad que les corresponde en un asunto que ya es un problema grave de orden público y de seguridad.

Además, esas barras son las causantes de que el aficionado verdadero se aleje de los estadios porque no está dispuesto a arriesgar su integridad y exponer a la barbarie a su familia.

En la asamblea celebrada el pasado 4 de mayo los clubes aplazaron la decisión final y nombraron una comisión para que revise la propuesta, temiendo ser perjudicados de manera injusta. Pero no hay tal. Si los directivos toman esa medida habrán dado un gran paso para recuperar la esencia del deporte y los colombianos sabrán agradecerles.

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