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De la fiesta a la violencia

"Para muchos amantes del fútbol ir al estadio es como ingresar a la cárcel. Anillos de seguridad a tres cuadras a la redonda del estadio, requisas similares a las de una prisión y un entorno de consumo y venta de droga a la vista de todos, exigencias de dinero, robos y peleas callejeras que ya dejan decenas de muertos en los últimos años".

26 de junio de 2013 Por:

"Para muchos amantes del fútbol ir al estadio es como ingresar a la cárcel. Anillos de seguridad a tres cuadras a la redonda del estadio, requisas similares a las de una prisión y un entorno de consumo y venta de droga a la vista de todos, exigencias de dinero, robos y peleas callejeras que ya dejan decenas de muertos en los últimos años".

Hubo un tiempo en Colombia, que parece pertenecer a un remoto pasado, en el que asistir a un estadio de fútbol era una verdadera fiesta. Era fácil ver en las tribunas a familias enteras compartiendo con sus vecinos, sin importar colores de camisetas, cada una vibrando por el equipo de sus preferencias. Hoy, sin embargo, asistir al espectáculo deportivo más popular del mundo se ha convertido en una actividad de riesgo, por cuenta de las mal llamadas ‘barras bravas’. Para muchos amantes del fútbol ir al estadio es como ingresar a la cárcel. Anillos de seguridad a tres cuadras a la redonda del estadio, requisas similares a las de una prisión y un entorno de consumo y venta de droga a la vista de todos, exigencias de dinero, robos y peleas callejeras que ya dejan decenas de muertos en los últimos años. El asesinato el pasado sábado de un aficionado de Millonarios, que había viajado desde Bogotá para presenciar el juego que su equipo iba a disputar con el Deportivo Cali, es el reflejo de un problema que se ha vuelto incontrolable para las autoridades. Basta recordar como en diciembre del 2011 la ciudad fue sitiada por delincuentes disfrazados de hinchas del América, quienes luego del descenso de su equipo a la Primera B protagonizaron violentos hechos que dejaron ocho heridos, 53 buses del MÍO violentados, 83 vidrios de vehículos apedreados, 20 viviendas y negocios con puertas y ventanas dañados, y el decomiso de 185 armas blancas.El desborde de estos vándalos no solo afecta a la capital del Valle. Medellín, Pereira, Manizales, Bogotá, Barranquilla, por citar algunas capitales, han sufrido los embates de quienes se ocultan detrás de una camiseta para delinquir dentro y fuera de los estadios. Hasta en ciudades en la que estas violencias eran ajenas, la muerte los tocó. Ayer, las directivas del Chicó Fútbol Club reclamaron controles a las autoridades locales luego de conocer el asesinato de un joven de 16 años, a manos de un grupo de supuestos hinchas de Patriotas, su rival de patio.Es por eso que los paños de agua tibia deben terminar y el país reclama verdaderas acciones que pongan a buen recaudo a estos delincuentes a quienes se les ‘inflama el pecho’ diciendo que sin ellos la alegría del fútbol en las tribunas se acabaría. Está comprobado que en estas barras es permanente el consumo de alucinógenos, la venta de drogas dentro y fuera del estadio, el robo a los ciudadanos que ‘osan’ transitar por sus lugares de encuentro. Hace poco, un informe realizado por este diario, reveló cómo las bandas criminales de la ciudad han permeado a estas barras, porque saben que allí tienen un nicho por explotar. Propuestas incluidas en la Ley del Deporte que incluían sanciones penales a quienes realizaban desmanes en las tribunas han fracasado. Es hora de que haya un verdadero compromiso que involucre no solo a las autoridades, sino a la dirigencia deportiva, a los clubes de fútbol y a los mismos aficionados a este deporte, pues estas temibles barras bravas han transformado una sana diversión en un escenario de guerra.

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