El pais
SUSCRÍBETE

De General a delincuente

El exoficial llegó a los Estados Unidos para responder por tráfico de drogas ilícitas entre los años 2001 y 2008. Es decir, en las épocas en que se desempeñó como jefe de seguridad del Presidente de la República.

22 de agosto de 2012 Por:

El exoficial llegó a los Estados Unidos para responder por tráfico de drogas ilícitas entre los años 2001 y 2008. Es decir, en las épocas en que se desempeñó como jefe de seguridad del Presidente de la República.

Estupefacto, por decir lo menos, ha quedado el país con la confesión del general de la Policía (r) Mauricio Santoyo Velasco en la que se declaró culpable de apoyar a los grupos paramilitares en Colombia. Por sus implicaciones, tal declaración reclama que la Justicia y las autoridades de nuestro país aclaren los hechos y expliquen porqué y cómo fue posible esa alianza con el crimen y quiénes están involucrados en ella.El exoficial llegó a los Estados Unidos para responder por tráfico de drogas ilícitas entre los años 2001 y 2008. Es decir, en las épocas en que se desempeñó como jefe de seguridad del Presidente de la República. Durante la misma fue protagonista de una gran polémica a causa de acusaciones sobre espionaje telefónico cuando estuvo vinculado a la policía de Antioquia, lo que le ocasionó un proceso de destitución que a la postre terminó sin sentencia. Tiempo después, la discusión se produjo con motivo de su ascenso a General de la República.En todo ese tiempo, y además de la institución policial donde estuvo más de 30 años, intervinieron todos los organismos del Estado encargados de la inteligencia y contrainteligencia, de la vigilancia administrativa y de la persecución a la delincuencia en todas sus expresiones. Incluso fue objeto de serios cuestionamientos por cuatro senadores, integrantes de la Comisión Segunda que se encarga de los ascensos en las Fuerzas Militares y la Policía Nacional. Al parecer, y con excepción de esos legisladores, nadie vio nada anormal en la actuación de quien tenía a su cargo la seguridad del Estado. De pronto, los organismos de investigación de los Estados Unidos acusan a Santoyo de narcotraficante. Y de manera silenciosa empiezan a negociar con él para que comparezca ante la justicia de ese país. Mientras que la incredulidad crecía en Colombia, el exgeneral que mereció todos los elogios se presentó ante las autoridades extranjeras. Tras una corta negociación, se declaró culpable de apoyar a los paramilitares y se comprometió a aportar las pruebas que le sean exigidas, en tanto le fueron retirados los cargos por narcotráfico. ¿Qué significa para Colombia tal negociación? En primer lugar, la obligación de exigir respuestas sobre porqué fue posible que Santoyo escalara la jerarquía en la Policía sin que se detectaran las fechorías que hoy confiesa; porqué ninguna autoridad se dio cuenta de sus actuaciones y cómo llegó a ser responsable de la seguridad del presidente Álvaro Uribe. Y en segundo término, implica poner de nuevo a Colombia en la picota pública y despertar los interrogantes sobre quién o quiénes apoyaron al hoy confeso delincuente en su colaboración con el paramilitarismo.A partir de ahora se encenderá otro ventilador sobre los implicados y los crímenes que cometió o conoció Santoyo. Y Colombia revivirá los cuestionamientos sobre la infiltración del Estado de parte de los culpables de la violencia que ha azotado a la Nación. Por eso, todo lo que en adelante se haga en el caso del General que faltó a su juramento debe llevar a conocer la verdad de sus fechorías y la identidad de quienes, por acción o por omisión, las hicieron posibles.

AHORA EN Editorial