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Cuidado con la economía

Nada podría ser más peligroso que desoír las advertencias, seguir creciendo el endeudamiento público y no detener el gasto mientras los ingresos del Estado no aumentan y pasar la responsabilidad al nuevo mandatario, sea cual fuere su filiación política.

12 de diciembre de 2017 Por: Editorial .

La advertencia llegó en forma de baja a la tasa de calificación de la economía colombiana. Ahora, lo que debe ocurrir es que se produzcan decisiones para evitar que Colombia caiga en la desconfianza que produce un sector público voraz en sus gastos y una actividad privada cada vez más limitada por la carga de impuestos para financiarlos.

Ayer, una de las calificadoras de riesgo más reconocidas rebajo de BBB a BBB- la nota de nuestra economía. Según Standard & Poors, ello se debe al debilitamiento de la economía y del desempeño fiscal, lo que ha redundado en un crecimiento importante del endeudamiento público para tratar de reducir los déficit que enfrenta el Gobierno. Es decir, a la desaceleración de la actividad económica se le suma una propensión a gastar del Estado y una no muy buena contribución de la última y polémica reforma tributaria.

Algunos quieren morigerar el impacto de esa decisión, aduciendo que Colombia aún está dentro del grado de inversión, por lo que sólo impactará al alza los intereses, lo que significa que deberemos pagar más por nuestra deuda soberana. Pues eso es parcialmente cierto, en la medida en que se afectará la confianza en el país y crecerán los requisitos para acceder al crédito, además de ser una conminación terminante sobre el riesgo que significa el estado de las finanzas públicas.

Esa advertencia se había hecho desde el momento en que se empezó a promover la reforma tributaria. Entonces se recalcó la necesidad de frenar el gasto público que se reparte a través de la mermelada de que habló el exministro Juan Carlos Echeverry y de evitar que la reforma al impuesto sobre el consumo no tuviera el efecto positivo que anunciaban los proponentes de la medida, debido al impacto que tendría en la demanda y el consumo de los hogares.

Ahora se confirma que esas recomendaciones no eran tan descabelladas como lo decían los voceros oficiales. Como también ha quedado demostrado que la caída en los ingresos de las rentas petroleras y mineras no era tan pasajero como se decía entonces. Por esas especulaciones, el gobierno prefirió aumentar los tributos en vez de promover la inversión privada y la producción, las herramientas fundamentales para garantizar la estabilidad y el progreso en el largo plazo.

La determinación de Standard & Poors es una advertencia que se presenta en medio de la campaña para elegir un nuevo Presidente y renovar el Congreso. Pero está claro que se necesitan decisiones inmediatas para frenar los fenómenos de desconfianza que se asoman también dentro del país, reflejados en los indicadores que muestran caídas en sectores vitales para la economía.

Por eso hay que actuar cuanto antes y sin esperar al cambio de Gobierno, dentro de nueve meses. Por supuesto, la decisión de un cambio en el régimen tributario le corresponderá al presidente entrante. Pero nada podría ser más peligroso que desoír las advertencias, seguir creciendo el endeudamiento público y no detener el gasto mientras los ingresos del Estado no aumentan y pasar la responsabilidad al nuevo mandatario, sea cual fuere su filiación política.

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