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¿Cuándo negociar?

Fue la confirmación de que el Primer Mandatario de los colombianos es consciente de la necesidad de un final político e incruento a un conflicto que deja sólo muertes, pobreza y atraso. Pero que no están dadas las condiciones para iniciar un camino ya muchas veces transitado y frustrado por la ambición totalitaria del interlocutor.

27 de noviembre de 2011 Por:

Fue la confirmación de que el Primer Mandatario de los colombianos es consciente de la necesidad de un final político e incruento a un conflicto que deja sólo muertes, pobreza y atraso. Pero que no están dadas las condiciones para iniciar un camino ya muchas veces transitado y frustrado por la ambición totalitaria del interlocutor.

Desde el momento en que Juan Manuel Santos asumió la Presidencia de la República, la posibilidad de un diálogo con las Farc se ha convertido en una inquietud constante. La pregunta es cuándo y cómo se puede producir un paso obligatorio para terminar la inútil guerra que durante cinco décadas ha desangrado a Colombia.La última semana fue abundante en hechos que insinúan ciertos movimientos para descongelar un asunto sin duda enfriado por los abusos y las mentiras de la guerrilla. Está la carta enviada por alias Timochenko al presidente Santos. Su mentiroso tono entre amenazante y lastimero que con citas históricas y bíblicas pretende mostrar a las Farc como víctima y al Gobierno como genocida pareciera ser un no rotundo a la negociación. Allí se nota de nuevo la arrogancia proverbial de un grupo acostumbrado a usar el terror como lenguaje, que trata de ocultar con su retórica amenazante la realidad de una debacle próxima ante la pérdida de espacio y la caída de sus jefes antes intocables.Al lado de esa misiva están las declaraciones del presidente Santos en su visita a Inglaterra, donde volvió a usar la metáfora de las llaves del diálogo para referirse a la posibilidad de una hipotética negociación de paz. Fue la confirmación de que el Primer Mandatario de los colombianos es consciente de la necesidad de un final político e incruento a un conflicto que deja sólo muertes, pobreza y atraso. Pero que no están dadas las condiciones para iniciar un camino ya muchas veces transitado y frustrado por la ambición totalitaria del interlocutor.Y en el medio están los colombianos que, hastiados de tanta violencia pero deseosos de acabarla, se resisten a creer en el diálogo que ofrecen las Farc. Es la secuela más importante de la manera en que la guerrilla respondió al esfuerzo realizado con el despeje del Caguán. Años de terror, de crecimiento del narcotráfico, del secuestro y la extorsión mientras en las mesas sólo se producían mentiras, llevaron a crear en la Nación la atmósfera de escepticismo y la decisión de fortalecer el respaldo a la acción de la Fuerza Pública contra el gran enemigo de su vida y su libertad.Pero también existen los analistas y optimistas que creen en la salida negociada. Son aquellos que leen entre líneas las cartas de alias Timochenko e interpretan las declaraciones oficiales como un lenguaje cifrado que indica una aproximación entre las Farc y el Gobierno Nacional. Y que tratan de reconstruir el ambiente necesario para que los colombianos vuelvan a aceptar el diálogo como salida necesaria para algunos y para otros obligada.Por lo que está ocurriendo, todo indica que mientras las autoridades legítimas avanzan en su tarea de derrotar a los violentos éstos se niegan a cambiar y a aceptar su rectificación como requisito fundamental para el diálogo que todo el país espera. En esos términos, la pregunta no es si va a producirse una negociación sino cuándo y en qué condiciones, muy distintas por supuesto a la imposición de los oscuros propósitos que quiso imponer las Farc en las épocas del Caguán.

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