El pais
SUSCRÍBETE

Costos del populismo

La atroz tortura a la que fue sometido Rodolfo Illanes, viceministro del Interior de Bolivia, y su posterior asesinato a manos de mineros cooperativistas es un hecho terrible. Las características de su muerte desconocen el respeto por la vida humana y desnudan la incidencia que ha alcanzado ese gremio en el gobierno del presidente Evo Morales.

29 de agosto de 2016 Por:

La atroz tortura a la que fue sometido Rodolfo Illanes, viceministro del Interior de Bolivia, y su posterior asesinato a manos de mineros cooperativistas es un hecho terrible. Las características de su muerte desconocen el respeto por la vida humana y desnudan la incidencia que ha alcanzado ese gremio en el gobierno del presidente Evo Morales.

La atroz tortura a la que fue sometido Rodolfo Illanes, viceministro del Interior de Bolivia, y su posterior asesinato a manos de mineros cooperativistas es un hecho terrible. Las características de su muerte desconocen el respeto por la vida humana y desnudan la incidencia que ha alcanzado ese gremio en el gobierno del presidente Evo Morales. Más aún ahora cuando el mandatario necesita de su apoyo para seguir al mando del país, cruzada en la que no faltan esguinces al ordenamiento constitucional de la nación. Es de vieja data la dupla Evo y cooperativistas mineros. Fue de los socavones, de sus difíciles condiciones y ausencia de garantías laborales de donde brotó uno de los respaldos fundamentales para la conquista del poder de Morales y su partido, el MAS, en 2006.Así es como el apoyo que en su momento sirvió para llevar al hoy Presidente a manejar el país, con el paso del tiempo se convirtió en licencia para ejercer el poder detrás del trono de los llamados ‘consentidos’. Pago previo de favores, Evo apeló una y otra vez a ese respaldo de los cooperativistas en horas decisivas para sus políticas. Esas de tinte socialista que luego se hicieron populistas, a la mejor usanza de Hugo Chávez, Lula, Da Silva, Rafael Correa, Daniel Ortega y Cristina Fernández. Cada vez más lejanos de su condición de trabajadores y apropiados de su papel de determinadores de buena parte del rumbo nacional, los nuevos empresarios mineros lograron que el fisco pasara por su lado a la hora de pagar impuestos, además de no cumplir con requisito de licencia alguna para explotar su negocio. A lo que se sumaron quejas por violaciones a los derechos de sus trabajadores.Sus ventajas fueron más allá. Aparte de tener peso en el MAS, se hicieron a escaños de diputados y a cargos en el gobierno, incluida la diplomacia. Así las cosas y frente a la intención de eternizarse en el poder, a Evo le fue resultando cada vez más difícil marcar distancia frente a los 130 mil afiliados de ese sector y a todo lo que pueden representar en términos electorales por su peso en las regiones.Pero en lo que no puede ser otra cosa que un error de cálculo político o la consecución de apoyos en otros sectores, el gobierno expidió una ley para reconocer que en el seno del intocable cooperativismo minero podían existir sindicatos (también habían logrado que los prohibieran). Ahí fue Troya. Desde entonces, comienzos del presente mes, los enfrentamientos entre fuerzas del orden y los mineros se han hecho cotidianos.Fue en ese contexto que el viceministro Illanes viajó a Panduro, donde lo masacraron a golpes los mismos que a boca llena gritan “los recursos naturales son del pueblo boliviano”, mientras a la vez anuncian que negociarán, con o sin aval gubernamental, con las firmas internacionales más grandes del sector. Ellos son responsables de matar a un hombre inerme. Y Evo sale a achacar la culpa a un “complot de políticos de la derecha”. A la vista queda que si algo sucede con el presidente boliviano es que, como nunca antes, está atado por sus ambiciones y su populismo, incluso a costa de la verdad.

AHORA EN Editorial