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Contra el terrorismo

Esos hechos sólo producen rechazo entre la ciudadanía. Si las Farc, o el ELN, o cualquier organización de ese tipo, esperan conseguir respaldos con esas acciones, se están equivocando. Sus dirigentes deben tener claro que con sus actos no están atacando a un gobierno para que se doblegue ante su terrorismo si no a la Nación, la verdadera víctima de la demencia terrorista

5 de julio de 2015 Por:

Esos hechos sólo producen rechazo entre la ciudadanía. Si las Farc, o el ELN, o cualquier organización de ese tipo, esperan conseguir respaldos con esas acciones, se están equivocando. Sus dirigentes deben tener claro que con sus actos no están atacando a un gobierno para que se doblegue ante su terrorismo si no a la Nación, la verdadera víctima de la demencia terrorista

Como si no existieran formas distintas a la violencia para ser escuchados, algunos vuelven a usar el terrorismo indiscriminado contra los colombianos como herramienta para demostrar el poder que no tienen, o de exigir a la Nación que se pliegue a sus dictados. Es una manera de actuar irracional que además de causar daños y tragedias, obliga a las autoridades a actuar contra sus autores.Y nadie puede decir que una cosa es el ataque con bombas en Bogotá que dejaron heridos y daños y otra la andanada que destruye la infraestructura eléctrica y oleoductos en el suroccidente del país, o llena de explosivos las carreteras del departamento de Arauca. Todos ellos afectan al mismo país, crean el mismo desconcierto y golpean a ciudadanos con iguales derechos, ninguno de los cuales puede ser objeto del terror, cualquiera sea la intención de sus autores.Quiere eso decir que no hay diferencia entre los actos terroristas que se produjeron la semana que termina. Dejar un mar de petróleo que contamina las aguas de Tumaco y destruye el medio ambiente en el Putumayo, o amenazar con asesinar soldados y policías para tratar de fortalecer la posición negociadora de las Farc en La Habana, es tan grave como detonar una bomba de manera cobarde en un edificio de la Capital de la República. Es negar el derecho a la vida y la tranquilidad, valores inviolables que deben ser preservados a como de lugar.Esos hechos sólo producen rechazo entre la ciudadanía. Si las Farc, o el ELN, o cualquier organización de ese tipo, esperan conseguir respaldos con esas acciones, se están equivocando. Sus dirigentes deben tener claro que con sus actos no están atacando a un gobierno para que se doblegue ante su terrorismo si no a la Nación, la verdadera víctima de la demencia terrorista. Y están destruyendo la voluntad de buscar salidas negociadas a lo que se ha llamado el conflicto, además de contradecir de manera directa las declaraciones que expresan voluntad de paz.La consecuencia es siempre la misma. Colombia ha sufrido oleadas de ese terrorismo inevitable que supera los controles de la autoridad legítima, pero siempre ha sabido responder como corresponde. Se ha unido en el rechazo y ha respaldado con firmeza la respuesta que el Estado le ha dado a los desafíos de quienes creen que la violencia es el camino para imponer criterios.Lo que se espera entonces es que la Fuerza Pública actúe como corresponde para evitar que el terror vuelva a amenazar la tranquilidad de las ciudades, de las poblaciones remotas y de los campesinos, algo que se ha logrado. Muchísimos son los casos de atentados que se han evitado gracias a la actuación de los servidores públicos. Pero ya es conocido el efecto que hechos como las voladuras de los oleoductos, o la detonación de una bomba en Bogotá producen.Ahora es el momento para reclamar la unidad nacional que rechace el terrorismo en Colombia. Nuestro país no puede volver a las épocas en que la dinamita reemplazó al diálogo civilizado, o a aquellas en las cuales se convirtió en objetivo militar la vida de ciudadanos, soldados y policías, para imponer el dictado del peor enemigo de la convivencia y la democracia.

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