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Clientelismo o progreso

"Al escoger al señor Valencia, Buenaventura quiso expresar en las urnas su deseo de cambio. Pero ese mensaje no ha llegado al Concejo ni a la dirigencia pública acostumbrada a exprimir el erario. Y no parece encontrar eco en los órganos de control nacional o en la Justicia".

8 de enero de 2012 Por:

"Al escoger al señor Valencia, Buenaventura quiso expresar en las urnas su deseo de cambio. Pero ese mensaje no ha llegado al Concejo ni a la dirigencia pública acostumbrada a exprimir el erario. Y no parece encontrar eco en los órganos de control nacional o en la Justicia".

Después de ganar con limpieza las elecciones del pasado 30 de octubre, el alcalde Bartolo Valencia enfrenta ahora la cerrada oposición en el Concejo de quienes fueron derrotados de manera contundente por los electores. Es decir, Buenaventura seguirá presa de un clientelismo ciego y corruptor y sus instituciones de gobierno continuarán de espaldas al mandato popular, si su primera autoridad no logra romper el círculo vicioso que le dejaron sus antecesores y es manejado desde las cárceles con desfachatez.Las estadísticas de los problemas de Buenaventura abruman, pese a contar con el puerto por donde se mueve más del 50% de la carga de importación y exportación de Colombia. Mientras el índice de pobreza es del 80%, su desempleo supera el 60% y el subempleo el 14%. Pese a las cuantiosas inversiones que se han hecho, gran parte de la ciudad sólo recibe agua por dos horas al día. Y su población en el casco urbano, que debe rondar ya los 400.000 habitantes, aumenta a un ritmo estimado de 60.000 desplazados cada año. A esos datos debe aumentarse la acción en la ciudad y sus alrededores de los grupos de violencia encabezados por las Farc y las Bandas Criminales que se disputan el dominio territorial y el negocio del narcotráfico. A pesar de la importante presencia de la Fuerza Pública, entre enero y octubre del 2011 se produjeron allí 16 atentados, más de doscientos asesinatos y 172 desapariciones. Las cifras de violencia llevaron a su obispo, monseñor Héctor Epalza, a clamar contra la indiferencia en que parece caer la defensa de la vida y la dignidad de los bonaverenses.La enumeración anterior podría alargarse de manera indefinida. Pero con lo que hay es suficiente para mostrar el contraste entre los aterradores problemas de la comunidad y las actividades de su dirigencia política: mientras sus últimos alcaldes han terminado con serios problemas penales, el imperio de las agrupaciones comandadas por el exsenador Juan Carlos Martínez y sus conmilitones sólo se preocupa por la repartición de la nómina pública y de los no tan escasos recursos públicos. Por eso, escándalos como el del acueducto, o la falta de un relleno sanitario, o la existencia de 41.000 estudiantes falsos, son la noticia que le entregan a la ciudad.Por esas realidades, los votantes eligieron al nuevo alcalde de filiación distinta a la camarilla del PIN y del MIO. Fue la manera de rechazar su poder asfixiante y sus malas prácticas de gobierno. Al escoger al señor Valencia, Buenaventura quiso expresar en las urnas su deseo de cambio. Pero ese mensaje no ha llegado al Concejo ni a la dirigencia pública acostumbrada a exprimir el erario. Y no parece encontrar eco en los órganos de control nacional o en la Justicia.Así, Buenaventura sigue sumida en la desesperanza mientras su Alcalde intenta lograr que lo dejen gobernar. Y en tanto el Gobierno Nacional apenas trata de terminar la vía que comunica a esa ciudad con Bogotá, las siembras del clientelismo y la corrupción siguen golpeando con saña a una comunidad que reclama la presencia del Estado como motor de progreso y oportunidades.

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