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Cambios en la Cúpula

"...las designaciones, que fueron acompañadas de anuncios sobre inversiones importantes, cambios en la estrategias para enfrentar el crimen y renovaciones tecnológicas y de inteligencia indican que existe el ánimo de acertar y de mantener el derrotero que lleve a desarmar la violencia que durante décadas ha golpeado la Nación".

8 de septiembre de 2011 Por:

"...las designaciones, que fueron acompañadas de anuncios sobre inversiones importantes, cambios en la estrategias para enfrentar el crimen y renovaciones tecnológicas y de inteligencia indican que existe el ánimo de acertar y de mantener el derrotero que lleve a desarmar la violencia que durante décadas ha golpeado la Nación".

Como podría esperarse después del cambio de Ministro de Defensa, el Gobierno Nacional decidió renovar también los altos mandos de la Fuerza Pública. Antes que como síntoma de una crisis, los movimientos deben ser tomados como la intención de adecuar las instituciones de seguridad a los desafíos generados por las estrategias de la guerrilla y su capacidad de evolución. Ayer, el país amaneció con la noticia de que un general del Ejército volvía a ser el Comandante General de las Fuerzas Armadas de Colombia. Y que en la Policía Nacional se ratificaba al general Óscar Naranjo como su director, si bien se producía el retiro de siete generales. Se daba así el movimiento que se esperaba desde el Gobierno, ante las constantes llamadas de alerta sobre el deterioro de la seguridad en varias regiones. Deterioro real que no era un asunto de percepción de la ciudadanía y se refleja en las cifras sobre hechos de violencia y ataques guerrilleros.Lo que se produjo entonces fue un cambio en la actitud del presidente Juan Manuel Santos frente a un asunto que él conoce con suficiencia, como quiera que fue ministro de Defensa. Es un viraje que responde a las inquietudes de la gente, con el cual enfrentar los desafíos del momento. Así, lo ocurrido es el movimiento normal de un Gobierno para enfrentar los factores que perturban la tranquilidad de la Nación. Por eso no parece acertado afirmar que la presencia del almirante Édgar Cely como comandante de las Fuerzas Militares ocasionó la pérdida de moral en el Ejército y el consiguiente deterioro de la seguridad. Ello equivale a la inaceptable acusación de que las Fuerzas están divididas y que su accionar responde más a intereses personalistas que al espíritu patriótico que debe guiar su desempeño. Y a desconocer que la causa del aumento en la inseguridad está en el desesperado intento de las Farc por encubrir la debilidad que le han ocasionado los contundentes golpes que ha recibido. Porque eso es lo que está sucediendo. Ante los avances de la Fuerza Pública, las Farc han retrocedido a la guerra de guerrillas. Y si bien han causado daños de importancia también es claro que su capacidad de destrucción es reducida de manera paulatina. Quizás el error esté en hacer anuncios sobre hechos que aún no se han cumplido como la captura de alias Alfonso Cano. Pero ello no puede ocultar que hay un progreso producto de los largos años de transformación que han promovido los gobiernos e impulsado con éxito tanto los militares y policías que se retiran como sus relevos. No hay pues razones para generar una alarma por los cambios en el Ministerio de Defensa y en la Cúpula Militar. Por el contrario, las designaciones, que fueron acompañadas de anuncios sobre inversiones importantes, cambios en la estrategias para enfrentar el crimen y renovaciones tecnológicas y de inteligencia indican que existe el ánimo de acertar y de mantener el derrotero que lleve a desarmar la violencia que durante décadas ha golpeado la Nación. Por eso es necesario dar un margen de espera para poder juzgar si fue acertada o no la decisión del Gobierno.

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