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“Cacería de brujas”

Quién lo creyera: lo que fuera una especie difundida como argumento propio de las elecciones se ha transformado en la gran sombra de un gobierno que aún sin despegar ha tenido que salir de figuras prominentes como el Consejero de Seguridad y tan sensibles como el Director del FBI.

18 de mayo de 2017 Por: Editorial .

Día tras día, el recién posesionado Presidente de los Estados Unidos ve cómo se incrementa la pesadilla de las relaciones de su campaña con Rusia, y la posible influencia de ella en las elecciones del pasado 8 de noviembre. Y entretanto, su país empieza a mostrar los efectos de un escándalo que lo divide, además de revelarlo como poco serio y confiable.

Quién lo creyera: lo que fuera una especie difundida como argumento propio de las elecciones se ha transformado en la gran sombra de un gobierno que aún sin despegar ha tenido que salir de figuras prominentes como el Consejero de Seguridad y tan sensibles como el Director del FBI. Ahora, Rusia y la intervención en la campaña de la candidata demócrata y sus intentos por favorecer la del hoy presidente Donald Trump, es una realidad que es tomada en serio por el Congreso de los Estados Unidos, sin distinción de partidos.

A esa situación ayuda el comportamiento de Trump. Niega cualquier lazo pero se muestra amigo de mejorar las relaciones con la Rusia de Vladimir Putin, el exdirector de la KGB, debiendo despedir a su asesor más importante, el general Mike Flynn, cuando se descubrió que mentía al negar sus entrevistas con el embajador ruso. Alaba y critica al director del FBI, y luego lo destituye alegando que se lo recomendó el subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein, para afirmar después que la decisión la tomó tres meses antes.

Ahora se descubre que tuvo conversaciones con el funcionario despedido acerca de las pesquisas de esa entidad sobre el caso de Rusia y el general Flynn, algo prohibido en los Estados Unidos. Y corren las versiones sobre su exigencia a James Comey para que suspendiera esas investigaciones. Mientras tanto, sus asesores de prensa son desautorizados con frecuencia y el presidente decide cortar de un tajo las relaciones con los medios de comunicación.

Y todo se complica cuando Trump recibe al embajador de Rusia y le revela secretos sobre Siria que debería haber callado por el efecto que tiene para sus fuentes y para la credibilidad de su país. Y crece el escándalo cuando afirma que él tiene derecho a decir lo que considere necesario, luego de haber negado las divulgaciones. A todo ello se suma que Putin, tratando de ayudarlo, dice que ese tema no se trató con el embajador, y que tiene las grabaciones para demostrarlo.

Tantos bandazos llevaron a que el señor Rosenstein nombrará a Robert Müller, respetado exdirector del FBI, como consejero especial para investigar todo el asunto. Por su parte, el Congreso se prepara para crear una comisión que haga lo propio y el FBI continúa con las indagaciones sobre la relación entre la campaña y Rusia.

Al parecer, la paciencia empieza a agotarse y el cerco a su alrededor a cerrarse, lo que lleva a Trump a declarar que lo que está sucediendo es una “cacería de brujas” que divide a los Estados Unidos. La verdad es que Trump se ha basado en la división para triunfar y lo que ahora está sucediendo no es más que la tormenta que cosecha por los vientos que ha sembrado en su afán por controlar el país más poderoso de la tierra.

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