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Brasil, luces y sombras

Para la presidenta Rousseff, obligada a ver las competencias a distancia, los días que vienen tampoco serán de pausa en el proceso de destitución. Menos, luego de conocerse el nuevo round que perdió la semana pasada, cuando se cerró más aún el cerco que se cierne sobre su futuro.

8 de agosto de 2016 Por:

Para la presidenta Rousseff, obligada a ver las competencias a distancia, los días que vienen tampoco serán de pausa en el proceso de destitución. Menos, luego de conocerse el nuevo round que perdió la semana pasada, cuando se cerró más aún el cerco que se cierne sobre su futuro.

Brasil pasa por la peor crisis institucional de su vida contemporánea. Pero eso no puede arrebatar la alegría natural que siempre acompañará a su pueblo. Durante cuatro horas el mundo pudo ver la ceremonia inaugural de los Olímpicos. Allí estuvo presente el calor de sus gentes, su música, su color que contagió a los espectadores en el Maracaná y a los millones de televidentes en el mundo. La espontaneidad sirvió de hilo conductor para unir a todas las razas y lenguas presentes en un acto inolvidable. Además, el mensaje de unir a los deportistas en torno a la causa ambiental le dio trascendencia a la ceremonia, sin sacarla de su toque carnavalesco. Río fue una fiesta y lo seguirá siendo durante tres semanas en las que el espíritu olímpico unirá una vez más a los pueblos de la tierra. Eso sí, con el paso de los días se sabrá hasta dónde la improvisación y los malos manejos conspirarán contra el normal desarrollo de los juegos. Pero ese entusiasmo por las olimpiadas en marcha y el trabajo silencioso de quienes quieren asegurar el éxito de las mismas contrastan con el otro Brasil, aquel de quienes se aprovecharon de la confianza pública para saquear el erario y poner al país a las puertas de la bancarrota. Sus responsables, no serán ajenos al desarrollo de las justas. El destino de su suerte en los estrados judiciales y en los escenarios políticos seguirá adelante, a la par de los enfrentamientos en pistas y arenas. Además, con sorprendentes desenlaces para la clase política si es que el ventilador de Marcelo Odebrecht acelera su marcha. El zar del grupo económico que desató el Lava Jato dice tener las pruebas que pondrían contra las cuerdas a miembros de las administraciones Lula da Silva y Dilma Rousseff, a 35 senadores, 13 gobernadores y decenas de alcaldes. Todos, dice Odebrecht, visitantes asiduos del descarado departamento “dirección general del soborno” que creó en su organización para fines de los que cada vez se sabe más y que, no cabe duda, tocarán incluso los gastos olímpicos. Para la presidenta Rousseff, obligada a ver las competencias a distancia, los días que vienen tampoco serán de pausa en el proceso de destitución. Menos, luego de conocerse el nuevo round que perdió la semana pasada, cuando se cerró más aún el cerco que se cierne sobre su futuro. Dilma está hoy a dos votaciones en el Congreso de perder definitivamente el derecho a volver al poder, para luego pasar a rendir cuentas ante la justicia.Y la oposición tampoco se libra de la debacle. Su panorama es igual al del hasta hace poco partido de gobierno. Desde el presidente interino Michel Temer, hasta el suspendido Eduardo Cunha, propulsor de la caída de Rousseff, incluido el expresidente José Sarney, figuran en una larga cola de próximos visitantes a la Fiscalía para responder sobre obstrucción a la justicia. Así las cosas, un Brasil, el de la decencia, busca el oro en Río. Otro, el de la infamia, rinde cuentas o espera turno para enfrentar la justicia. Son las luces y las sombras de una sociedad que no merece el infortunado presente.

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