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Bajo amenaza

Es claro que para quienes están detrás de esos negocios criminales es un incordio la presencia de los encargados no sólo de cuidar los recursos naturales del país sino de prevenir los delitos ambientales, frenar las invasiones y las construcciones ilegales o controlar la expansión de la ganadería y de cultivos clandestinos. El Estado tiene un desafío ya no sólo en proteger esos parques naturales sino en garantizar la integridad y la vida de sus guardabosques.

18 de enero de 2019 Por: Editorial .

El crimen de Wilton Fauder Orrego, operario del Parque Nacional Sierra Nevada de Santa Marta, puso en evidencia el riesgo en que se encuentran los encargados de cuidar las reservas ambientales más importantes de Colombia. Protegerlos es imperativo, así como detener a quienes se quieren apoderar de esos sistemas naturales que significan la vida para nuestra Nación.

Con la noticia del execrable asesinato se conocieron también las amenazas a funcionarios y guardabosques de los Parques Nacionales Naturales. Según la Directora de esa entidad en el 2018 se interpusieron por tal razón 17 denuncias ante la Fiscalía y hay al menos diez reservas ambientales que se han visto afectadas porque ha sido necesario evacuar a sus cuidadores o porque su trabajo se ha visto limitado.

Además de los trabajadores de la Sierra Nevada, están en riesgo, entre otros, funcionarios de los Farallones de Cali, de la Macarena, del nudo del Paramillo o del Catatumbo. No es una coincidencia que esos parques estén ubicados en las regiones donde la minería ilegal ha sido incontrolable, donde hay mayor expansión de cultivos ilícitos y presencia del narcotráfico o donde se dan los índices más altos de deforestación.

Es claro que para quienes están detrás de esos negocios criminales es un incordio la presencia de los encargados no sólo de cuidar los recursos naturales del país sino de prevenir los delitos ambientales, frenar las invasiones y las construcciones ilegales o controlar la expansión de la ganadería y de cultivos clandestinos. El Estado tiene un desafío ya no sólo en proteger esos parques naturales sino en garantizar la integridad y la vida de sus guardabosques.

Como ejemplo están los Farallones, la reserva ecológica más importante del Valle, donde ha sido imposible acabar con la minería ilegal pese a los esfuerzos que han hecho las autoridades. Mientras los socavones se multiplican y la contaminación afecta a los seis ríos que nacen en sus montañas y llega incluso al Cauca, los funcionarios del Parque solo pueden ingresar si lo hacen acompañados por el Ejército y ha sido necesario dedicar un batallón de alta montaña exclusivamente para proteger la reserva.

Las consecuencias de esa desprotección a la que obligan las amenazas o crímenes como el de Wilton Fauder Orrego se evidencia en el aumento de la deforestación en el país, que según el Ministro del Medio Ambiente pudo llegar a 280.000 hectáreas durante el año anterior, cifra superior a la del 2017. Igual pasa con las 8301 hectáreas de cultivos ilícitos que hay en 16 Parques Nacionales y que crecen en promedio un 4 % cada año. Y aún más grave es el acaparamiento ilegal de tierras en esas reservas, que sería del 48 %.

Los Parques Nacionales Naturales de Colombia son más que reservas ambientales. Su conservación es vital para el desarrollo del país, para garantizar la calidad de vida de los colombianos y, si se mira un poco más lejos, para asegurar el futuro del Planeta. Por eso hay que exigir la protección de sus cuidadores y pedir el apoyo de los colombianos para quienes ejercen ese noble oficio.

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