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A tomar conciencia

Esos niños expuestos a tan tempranas edades al tabaco, o receptores de primer orden de la permisividad frente al cigarrillo y la enorme publicidad que impulsa una de las industrias más poderosas, serán sin duda los fumadores dentro de muy poco tiempo y las víctimas un poco más tarde.

31 de mayo de 2012 Por:

Esos niños expuestos a tan tempranas edades al tabaco, o receptores de primer orden de la permisividad frente al cigarrillo y la enorme publicidad que impulsa una de las industrias más poderosas, serán sin duda los fumadores dentro de muy poco tiempo y las víctimas un poco más tarde.

Hoy, el mundo está reflexionando sobre el tabaco y lo que la humanidad está haciendo para detener la asombrosa estela de muertos, inválidos y lesionados que deja a su paso el vicio de fumar. Es la oportunidad para revisar si la sociedad colombiana ha tomado conciencia sobre un mal, que si bien es aceptado y tolerado, afecta con dureza la vida de muchas personas que tratan de ignorar el daño que les causa. Cada año, 1,8 millones de personas, especialmente de los estratos socieconómicos más bajos, mueren a causa del consumo del tabaco y las más de 2.000 sustancias químicas que hay en un cigarrillo. Y son incalculables las personas que padecen enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cerebrales causadas por el hábito de fumar. Se diría entonces que esa multitud ha escogido ese destino, en ejercicio del derecho a la libre personalidad, al preferir el humo a los hábitos sanos que previenen enfermedades evitables si no padecieran ese vicio. Pero no hay tal. Basta con saber que más de 600 millones de niños en el planeta están expuestos al humo que expelen los fumadores, casi siempre sus padres. Y qué decir de aquellos en gestación o en lactancia, cuyos progenitores pretenden ignorar el mal que le ocasionan a sus criaturas. Esos niños expuestos a tan tempranas edades al tabaco, o receptores de primer orden de la permisividad frente al cigarrillo y la enorme publicidad que impulsa una de las industrias más poderosas, serán sin duda los fumadores dentro de muy poco tiempo y las víctimas un poco más tarde. Entonces, las sociedades y sobre todo los Estados sí están obligados a reaccionar contra el enemigo, no obstante que sea socialmente aceptado. Frente al mal entendido derecho a la libre personalidad, lo que hay que proteger es ni más ni menos que el derecho a la vida. A la vida propia y a la de los demás; a tener una juventud sana que no sea objetivo de la publicidad y las maniobras engañosas que la invitan a entrar al mentiroso mundo del placer y la felicidad con el cual pretenden enviciarla. Y a evitar que deban dedicarse esfuerzos enormes a atender la tolerancia social a un vicio letal.En el 2009, Colombia adoptó la ley 1335 para combatir el consumo de tabaco. La norma puede catalogarse como drástica, porque sanciona hasta el expendio al detal de cigarrillos. Sin embargo, en las calles es fácil comprobar la manera en que la ley es desconocida y violada de manera sistemática. Y no es difícil encontrar establecimientos cerrados que se pasan por la faja las prohibiciones, mientras poco o nada hacen las autoridades en los colegios para crear conciencia entre niños y jóvenes sobre el peligro que para ellos encierra el hábito de fumar. Se calcula que más de 30 millones de colombianos fuman. En un país con los problemas del nuestro es absurdo exigir un esfuerzo de policías y soldados para castigarlos. Pero sí es una obligación crear conciencia en los padres de familia, en los estudiantes y en todos los estamentos de nuestra sociedad sobre el deber que tenemos de impedir que el consumo del tabaco siga volviendo humo la salud de la Nación.

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